miércoles, 30 de junio de 2010

La memoria histórica

Un amigo acaba de enviarme una presentación de diapositivas en la que se comparan los horrores de la Alemania nazi con lo que los judíos hacen hoy en día con los palestinos. Se trata de una serie de fotografías, la de la izquierda en blanco y negro, de las tropelías cometidas por los nazis y otra, ya en color, de lo que está sucediendo, ahora mismo, en Palestina. Las situaciones de ambas fotografías son, básicamente, las mismas.
¿Qué pasa con el pueblo de Israel que no recuerda lo que hicieron con sus miembros en la Segunda Guerra Mundial? Sé que hay judíos que levantan su voz en favor de un mejor trato para los palestinos pero esas voces no se oyen.
Los judíos no creían en la vida eterna tal como pueden creer los cristianos o los musulmanes. Por lo tanto, a los justos, Dios les premia sus acciones con una buena vida en esta tierra y, dentro de esa buena vida, está la prosperidad económica. La prosperidad en un judío es indicio de que es justo. Esto hace que el porcentaje de ricos entre los judíos sea superior al resto de pueblos, no porque Dios les regale la riqueza sino que esa creencia les convierte en más trabajadores, inversores, ahorradores, que los demás.
¿Y a qué viene esto? Pues a que el pueblo judío es muy influyente y el resto de naciones se lo piensan mucho antes de emitir una manifestación de condena por ninguna acción. Recuerden lo que pasó con el ataque al barco que transportaba ayuda humanitaria a los palestinos. ¿Cuándo el Jefe entre los jefes ha criticado una acción judía?
Por otra parte, utilizan el victimismo mejor que nadie. Si criticas sus acciones eres antisionista, como si se tuviera que elegir entre estar con ellos o contra ellos. Así, en bloque. No son términos contradictorias sino solo contrarios, es decir, admiten muchos estados intermedios.
Todos lamentamos lo que pasó con ellos en los campos de concentración pero no les da patente de corso para hacer de su capa un sayo y dejar sin los derechos más elementales a los palestinos, a quienes usurparon el territorio hace años alegando razones históricas después de unos dos mil años de no poseerlo. Más razones históricas tendrían los árabes para volver a ocupar la península ibérica. Hace menos años que los echamos.
En los campos nazis fueron exterminados muchos gitanos y nadie ha recordado su memoria.
Me gustaría que israelitas y palestinos llegaran a un acuerdo por el que pudieran vivir en paz.
¿No se dan cuenta de que ese trato de ojo por ojo y diente por diente lleva a más violencia? Si un terrorista palestino se inmola para producir un atentado y los judíos, viendo que ya no pueden castigarlo puesto que ha perdido la vida, derriban su casa o la de su familia, saldrán otros terroristas que llevarán a cabo otras acciones similares, porque la violencia engendra violencia.
Levantemos la voz contra la violencia sea del género que sea.

lunes, 28 de junio de 2010

La democracia, el Sr. Camps y sus trajes y las capacidades cognitiva y volitiva del cuerpo electoral

El otro día, iba con unos amigos por la calle, y se nos acercaron unas reporteras del Canal Popular de TV para preguntarnos lo siguiente:

-         ¿Creen Vds. que las investigaciones que se siguen en torno a la figura del Sr. Camps, Presidente de la Generalidad Valenciana son inventadas por el Gobierno del Sr. Zapatero para desprestigiarle?

La pregunta, aparentemente simple, se podía contestar con un monosílabo, si o no, según uno quisiera opinar. Uno de mis amigos dijo que no y que el asunto de los trajes del Sr. Camps era una tontería comparado con lo que podía haber detrás, que no nos engañaran más.
A mí me pilló en vena y dije que no lo creía porque aunque no tenía ninguna confianza en la honradez del Sr. Camps, confiaba menos todavía en la inteligencia del Gobierno del Sr. Zapatero para montar un tinglado como aquél.
Por supuesto, ninguna de nuestras contestaciones salió en la tele.
Pero el asunto de los trajes, aunque solo se limitara a eso, a que le regalaron unas prendas de vestir, para mí es suficientemente grave para que el Sr. Camps dimitiera. Ni los políticos ni los funcionarios (ni la Casa Real, por supuesto) deberían admitir impunemente ni un café en el ejercicio de sus funciones. Todos los regalos que se les hicieran –hay veces que so pena de ser grosero no puedes declinarlo- deberían pasar al Tesoro Público.
Nos estamos acostumbrando peligrosamente a que los políticos cometan actos impropios de sus cargos y que, además, no lo encontremos mal. Ellos mismos, cuando se refieren a sus acciones se defienden con “aun no me ha acusado/imputado/procesado nadie” y alegan la presunción de inocencia como un paraguas que les ha de proteger hasta el momento en que, demostrado su delito, los conduzcan a prisión.
No es eso, señores, no es eso. Una cosa es la responsabilidad penal, a la que está sujeto cualquier hijo de vecino y en la que todos tenemos derecho a la presunción de inocencia consagrada por nuestra Constitución: Hasta que no me condenen, yo soy inocente. Y quien tiene que probar mi delito es quien me acusa; en ningún caso he de probar yo mi inocencia porque eso sería una prueba diabólica, es decir, imposible.
Y otra cosa muy diferente y mucho más estricta es la responsabilidad política. No basta que la mujer del César sea decente, ha de parecerlo. Y esto tan sencillo no lo hemos comprendido nadie, ni nuestros políticos ni nosotros. Cuando un político, el que sea, es acusado con indicios (ni siquiera pruebas, solo indicios) de que hay algo poco claro, debe poner su cargo a disposición de quien corresponda. Si luego, la investigación judicial proclama su inocencia, que se vuelva a presentar a otras elecciones porque podrá presumir de limpieza y de haber sido acusado sin fundamento. Ahora bien, no debemos confundir el que a una persona no se le condene porque resplandezca su honradez o porque no existen suficientes pruebas que lo condenen. No es igual ni se parece. En un caso es inocente, en el otro puede ser culpable pero el sistema ha de preferir la falta de condena para evitar siempre castigar a un posible inocente. En este último caso, cuando no se le condena por falta de suficientes pruebas, debería estar muerto, políticamente hablando, porque no es de fiar. Y esto que es tan fácil de entender tampoco lo hemos comprendido los ciudadanos. En este momento y desde hace ya tiempo, todos los valencianos deberían estar pidiendo a gritos que Camps dimitiera. No se oye nada. El silencio más absoluto.
Este silencio puede ser debido a dos causas: una que la gente pasa olímpicamente de la política porque no confía en el sistema. Y esto es muy grave. La otra es que no ha comprendido que la sartén por el mango la tiene el pueblo. Para eso se nos consulta, como poco, una vez cada cuatro años sobre nuestras preferencias políticas. Y esto también es muy grave.
Porque lo bien cierto es que si hoy el Sr. Camps se presentara a las elecciones no estoy seguro de que perdiera, lo que quiere decir que muchos electores están dispuestos a perdonarle “sus flaquezas” al dejarse regalar cosas estando en un cargo en el que eso puede malinterpretarse (en el mejor de los casos) y no le parece justo castigarlo por algo que no está probado (lo que excede de los trajes).
Por lo tanto, hemos de repasar las capacidades cognitivas y volitivas del cuerpo electoral. ¿Los electores españoles conocen con profundidad lo que representa una elección y tienen claras las razones por las que deben decidirse por uno u otro candidato? Porque no olvidemos que los políticos no son extraterrestres, salen del pueblo, de ese mismo pueblo que los elige. Y ese pueblo, para poder elegirlos, debe conocerlos y evaluarlos. ¿Se hace esto racionalmente? ¿O es más cómodo actuar por impulsos emocionales o por intereses de clientela? En muchos pueblos, son estos últimos los que eligen al alcalde: para que califique mi campo, para que me conceda las obras del polideportivo, porque se portó bien conmigo en la otra legislatura… En las ciudades, el porcentaje del clientelismo político es menor pero de mayor calidad.
Y aquí llegamos al dilema del huevo y la gallina. ¿Quién tiene la culpa de que los políticos sean como nos están saliendo? ¿Ellos que se comportan mal o nosotros que los elegimos nuevamente después de los escándalos? Si de verdad somos demócratas, hemos de colegir de todo lo expuesto que la culpa recae sobre nosotros, el ciudadano de a pie, que tiene lo que se merece porque lo ha elegido una mayoría cualificada.

Les habla un demócrata de derechas de toda la vida.

sábado, 26 de junio de 2010

La matanza de Alcántara

-         ¿Y dice Vd. que hace tres años de la matanza?
-         Sí, señor, de la matanza hace exactamente tres años porque fue al comienzo del verano. Fue muy fuerte porque participó todo el Ayuntamiento.
-         ¿Y mataron a muchos?
-         Pues no recuerdo bien, pero tres seguro. Los metieron aquí en la Iglesia y los mataron. Estaba también el Alcalde.
-         Pues, fíjese, que leo todos los días el periódico y yo no recuerdo ninguna noticia. Me habría llamado la atención.
-         Pues no saldría en el periódico pero la matanza fue aquí.
-         ¿Y de qué partido es el Alcalde?

No puedo dar crédito a lo que me están diciendo. Con nosotros –vamos dos matrimonios amigos- visitan también la Iglesia de ... en Alcántara, un grupo de cinco suizos, cuatro de ellos que no hablan castellano y otro que les traduce las palabras de la guía. No entiendo lo que les dice pero, por las expresiones de sus caras, veo que su perplejidad es igual a la nuestra. A mí me vienen a la cabeza los sucesos de Puerto Hurraco.
 Hemos venido a visitar Alcántara por su maravilloso y bien conservado Puente Romano y hemos pensado en quedarnos a comer y seguir viendo los diferentes monumentos dignos de conocer.
 La Iglesia de ... la enseña una guía municipal. Nos va contando la historia y nos dice que las tropas de Napoleón la utilizaron como cabelleriza de sus cabalgaduras, que el edificio ha sufrido muchas tropelías a lo largo de la historia y que la última fue una matanza, de gran repercusión en la comarca, que tuvo lugar allí. Lo dice con el semblante sereno e impertérrito, como si no fuera con ella, como si le pareciera mal, pero no por lo muertos sino por haber utilizado un lugar sagrado como aquel para semejante desaguisado.
 Los suizos ponen cara de espantados y hablan entre ellos. Yo le digo a la mujer de mi amigo que es la primera noticia que oigo sobre aquella matanza. La guía cambia de tercio y sigue explicando la historia del edificio. No puedo dejar de pensar en el asesinato cometido allí mismo y cuando los suizos se apartan del grupo para seguir repasando la nave vacía, abordo a la guía otra vez y le pregunto:

-         ¿Y cuál fue la causa de la matanza?
-         Pues, las fiestas ¿cuál va a ser?

Cada vez lo entiendo menos. Ni su actitud, ni la indiferencia emotiva de su rostro, ni la falta de repercusión nacional que tuvo el hecho cuadra con un asesinato múltiple.

-         ¿Las fiestas? ¿Qué fiestas? ¿Qué pasó? ¿Discutieron y pasaron a las manos por algún malentendido?
-         No señor, fue todo premeditado y demasiado sabían lo que iban a hacer, que lo anunciaron a bombo y platillo.
-         Mire señorita, yo no puedo entender que se anunciara la muerte de unas personas y que la Guardia Civil no viniera corriendo a evitar la masacre. ¿Cómo fue eso?
-         ¿Y quién habla de personas? Mataron al menos tres cerdos para las fiestas, los trocearon, los asaron a la brasa y se los comieron. Aquí, en la nave de la Iglesia. ¿Le parece a Vd. poco?

Los suizos han salido ya a la calle y no se han enterado del desenlace de la matanza. Supongo que habrán pensado en alguna vendetta política propia de la España profunda.
 Yo tengo un sentimiento ambivalente. Me siento aliviado pero, al mismo tiempo, engañado. Me da risa pero también rabia. Me han tenido en vilo, con un sentimiento de lástima e impotencia durante más de un cuarto de hora. ¿Qué habrán pensado aquellos suizos de los españoles?
 La anécdota es totalmente real y cuando la recuerdo todavía revivo el mismo revoltijo de emociones de aquel momento. Señor ¿cuesta tanto explicarse bien?

jueves, 24 de junio de 2010

Favores de la Virgen

Estupefacto me quedé ayer por la tarde. Y eso me pasa por mirón.
Acompañé a un amigo a visitar el templo donde se encuentra una imagen de la Virgen María muy venerada en mi tierra. Da igual que esta Virgen sea la del Rocío, la del Pilar, la Macarena, la de los Desamparados, la de Guadalupe, la de Lourdes, la de Fátima, la de Montserrat, la de... Bueno, ¿no les parecen demasiadas Vírgenes? A mí, sí.
¿Era la Virgen María como nos la presentan estas imágenes? No me dirijo solo a los creyentes. También a los que no lo son por aquello de poder opinar sobre una cuestión que atañe a nuestro acervo cultural más profundo: la influencia del cristianismo en nuestras vidas y sociedad.
Algunas de estas imágenes van vestidas con ricos ropajes bordados en hilo de oro auténtico, recargadas con más joyas de las que pueden llevar encima y tocadas con coronas que, si la imagen estuviera viva, su peso le impediría soportarla. ¿Era así la Virgen María? ¿Iba vestida y adornada de esta guisa por la polvorienta Tierra Santa? Pues si era así, sería como un circo, todo el mundo saldría a verla a la puerta de su casa cuando pasara.
Ya sabemos que la Virgen siempre es la misma y que su nombre es su advocación, aquello que hace esa imagen distinta a las demás, pero esa variedad de advocaciones también posibilita que los fieles se fijen únicamente en la imagen y pierdan de vista lo que existe tras ella: la madre de Jesús, una persona (no una diosa) sencilla que aparece poquísimo en los Evangelios y nada en fuentes históricas distintas a ellos. ¿Está justificada esta variedad y ese "culto de dulía" que se le tributa? Es como si un abuelo que se siente orgulloso de su nieto, tuviera varias fotos del mismo y llegara un momento en el que confundiera la fotografía con el nieto mismo, enseñándote cada fotografía como un nieto distinto y dijera "a este le tengo más respeto, o cariño, o...". Sería absurdo. Diríamos que está un poco gagá. Pues eso nos pasa a los católicos con las Vírgenes. Hemos confundido lo formal con lo material.
Pero lo que me dejó estupefacto por mirón no fue todo lo que acabo de decir, que eso ya lo sabía, sino un cartel que había justo arriba de la abertura por la que echar monedas en un cepillo de limosnas, el cual decía: "Favores de la Virgen". Sin más explicaciones. Es un decir, pero ¿puedo pensar que echando una moneda en ese cepillo, la Virgen me hará el favor que yo le pida? ¿Por qué, en tal caso, no se pone una lista de precios? Verbigracia: Encontrar trabajo: 100 €, encontrar novio: 75€, conseguir un ascenso: 50 € y así con todo el abanico de favores solicitables. De esta forma iríamos sobre seguro y no gastaríamos más de lo estipulado.
No se me alteren los católicos de toda la vida, los ortodoxos, que demasiado sé que ese cepillo está ahí para "Agradecer los favores recibidos" pero allí no ponía eso. Seguramente, el subconsciente del que mandó poner el cartel le traicionó porque, en su interés estaba el recaudar dinero y no otra cosa y, como en los mejores tiempos de las simonías, se le ocurrió hacerlo así: a base de que quien se aclama a la Virgen pague por ello.
Estupefacto es poco. ¿Cómo se han quedado Vds.? ¿Lo ven lógico?
Díganme, díganme (de todo).

martes, 22 de junio de 2010

A todos los que tienen un familiar afectado de Alzheimer

-         Señor, ¿Vd. sabe que tengo un hijo que es escritor?
-         Sí, papá, claro que lo sé. Soy yo.

Dice el hijo mientras le limpia una baba, espesa y blanca, que resbala por la comisura de sus labios. Su padre no le conoce. Le diagnosticaron un Alzheimer hace seis meses y, en tan corto espacio de tiempo, ha ido perdiendo la conciencia de lo que le rodea. No es capaz de recordar la cara de su hijo pero tiene presente y se siente orgulloso de que sea escritor; por eso se lo dice a todos los que ve.
Todo comenzó hace un año. Una mujer se perdió en un supermercado. Hacía tiempo que su esposo y su hijo no la veían bien: se le olvidaban las cosas que tenía que hacer, no participaba en las conversaciones, estaba triste… Una profunda depresión, dijo el médico. Pero ella seguía yendo sola a comprar, arreglaba la casa, cocinaba, cosía… hasta que un día llamaron al esposo desde el supermercado de debajo de su casa para decirle que su mujer estaba dando vueltas por el local, con lágrimas en los ojos, diciendo que no sabía por dónde salir ni adónde ir. Cuando él llegó la tenían en la pequeña oficina del comercio, sentada en una silla. No lo conoció. Él le preguntó, sorprendido y levantando un poco la voz qué le pasaba. Se levantó de la silla y trató de esconderse en un rincón de la diminuta oficina. Entonces, la cogió dulcemente de la mano, dio las gracias al personal que la custodiaba, y la llevó a casa. Ella se dejó llevar. A partir de ese día recuperó a ratos la memoria para reconocer, por un instante, a su esposo o a su hijo. Después ya cayó en un profundo autismo y no volvió a articular palabra.
Hacía unos seis meses, el hijo entró en casa a medio día para comer y volver a su trabajo. Era escritor pero no podía comer de lo que publicaba, así que trabajaba como Abogado en una multinacional, lo que incomprensiblemente, a su padre le parecía un trabajo con menos enjundia que el de escritor. Encontró a su padre llorando sentado a la mesa del comedor de su casa. Cuando le vio, le dijo:

-         Hay una mujer en la habitación que no se encuentra bien, no habla y si yo le digo que se vaya a su casa, llora. Ya no puedo más, se lo he explicado de todas las maneras posibles pero no se va.
-         Papá, es mamá, que está enferma de Alzheimer y por eso no te entiende.

El padre miró al hijo de hito en hito, sintiéndose incomprendido y ninguneado e insistió en que aquella mujer necesitaba ayuda. Ya nunca más la reconoció como su esposa, la que había compartido la vida con él desde hacía más de treinta años.
Ninguno de los dos cónyuges sobrepasa los cincuenta y cinco años. Los dos afectados de Alzheimer. La madre quieta, hierática, autista. El padre inquieto, andando como un autómata que tiene un resorte por el que cuando encuentra un obstáculo cambia de dirección y sigue su andadura.
El hijo ha dejado de escribir porque, antes de irse a su trabajo, los levanta, los lava, los asea, los viste, y los lleva a un centro de día cercano a su casa. Es en ese trayecto, cuando cada día su padre le cuenta, orgulloso, que tiene un hijo que es escritor. Después, por la tarde, les recoge, los lleva a casa, les da la cena, les desnuda, les pone el pijama y los acuesta. Ya no le queda tiempo ni ganas para coger la pluma.
Son dóciles los dos pero ¿cuánto tiempo podrá soportar el hijo esa dedicación tan completa sin volverse loco?
Ha conocido una chica y se han enamorado. No pueden compaginar su próxima vida de pareja con la atención de sus padres. Así que les llevará a una residencia adonde todas las tardes acudirá para darles él mismo la cena. Su padre sigue con la misma cantinela de siempre: ¿Sabe Vd. que tengo un hijo escritor? Ya no dice otra cosa.
El hijo se consuela convenciéndose a sí mismo que esos dos cuerpos no son sus padres. Sus almas han sido abducidas por algún ser incorpóreo e imperceptible y ha quedado el cascarón animado aun de vida, de una vida grotesta y sin sentido, Una vida física, automática, que durará mientras la máquina tenga sus piezas enteras y engrasadas pero a la que le falta el hombre que la dirige, y ella, no faltándole la energía que la hace funcionar, sigue marchando sin sentido, sin propósito definido y consciente.
Yo creo que aun esas vidas, vacías de lo que nosotros llenamos la nuestra, tienen un sentido cósmico. Están ahí por algo aunque nosotros no lo comprendamos. Como el personaje de nuestra historia, aceptémoslos, hagamos por ellos todo lo que podamos pero cuidándonos a nosotros mismos con el mismo mimo que a ellos. Lo contrario sería acometer una cruzada perdida de antemano.

lunes, 21 de junio de 2010

El lenguaje superfluo

Últimamente estamos asistiendo a un espectáculo un poco curioso: ya no llamamos las cosas por su nombre sino que damos un circunloquio para decir lo que antes nombrábamos con una sola palabra.
Parece que diciendo las cosas con más palabras y menos específicas somos más cultos, cuando, en realidad, es justo lo contrario. La riqueza del vocabulario consiste en saber la palabra concreta que hay que utilizar en cada ocasión para hacernos entender. Cada vez que utilizamos más de una palabra cuando existe el vocablo adecuado se evidencia que nuestro léxico es reducido.
Pero, a veces, la cosa llega a extremos ridículos porque los términos en cuestión que sustituimos por largas cadenas de palabras son de lo más normal. Conocidos por todo el mundo.
En mi garaje han colgado un cartel que dice: "Hagan el favor de esperar a que la puerta realice el ciclo de cierre". Quiere decir que nadie se vaya antes de que la puerta se cierre para evitar que entre algún ladrón o intruso. ¿No habría sido más lógico decir: "Esperen a que la puerta se cierre"?
Hace años -no sé si todavía circulará por ahí- en un folio habían puesto tres columnas de palabras. Cuando combinabas aleatoriamente una voz de cada columna te salía una frase que no decía nada pero quedaba de lo más bonita. Era una supuesta guía para mítines políticos.
Si nos fijamos, vemos que estamos rodeados de este tipo de frases
Fíjense, por favor, en las ofertas de trabajo que aparecen en los periódicos. Ya no hay Jefes de Personal, ahora son Directores del Departamento de Recursos Humanos, los Vendedores o Representantes de toda la vida son ahora Key account manager o Promotores de Ventas, un Jefe de Equipo de Ventas domiciliarias es ahora un Responsable de Equipo en Puerta Fría, etc.
Bien, que hagamos estas cosas las personas corrientes es perdonable, pero, hace dos meses, envié el original de una novela a una editorial para su evaluación como publicable y me respondieron diciendo, entre otras cosas: "estamos interesados en publicar narrativa larga de ficción". ¿Eso no ha sido toda la vida una novela?


Pobre lenguaje ¡qué mal lo tratamos!



sábado, 19 de junio de 2010

Bueno, te enviaré una jovencita de 18 años.

Hace días un conocido me pidió un favor banal. Cuando lo hube hecho, le llamé en seguida para comunicarle que el encargo estaba realizado: 
- Bueno, bueno, bueno, qué rapidez, ¿Cómo voy a poder pagarte este favor? 
- No ha sido nada. Es un placer ayudarle. No es menester que me pague el favor.
- Bueno, pues vale, ya te enviaré una jovencita de 18 años...
Es un señor mayor, casado, padre de dos hijas y buena persona. Y no se ha percatado de todos los significado que encerraba la última frase que me ha dirigido. Desde luego, su intención era gastar una broma y no tenía ni maldad ni visos de hacerse realidad nunca.
Pero yo entiendo que ha perdido una ocasión estupenda para callarse pues esa oración, pronunciada tan alegremente, significa:
- Que las mujeres pueden servir como mercancía para pagar algo. Y lo peor es que es así. Alguna vez hemos leído en un periódico o hemos visto en la TV que un empresario, un político, un magnate... ha enviado como regalo una mujer. No como propiedad, desde luego, pero para su uso y disfrute temporal. Y eso está tan arraigado en el hombre (y en la mujer) que se dice en una frase coloquial sin la menor mala intención y sin esperar que el que escucha se enfado o se sorprenda por ello.
- Que yo soy heterosexual. Es decir, da por sentado que me tiene que gustar una mujer. Lo cual, en los tiempos que corren y con los armarios que llevamos abiertos, es una afirmación un tanto aventurada. Pero indica que nuestro mundo es aun formalmente heterosexual. Lo homosexual no forma parte de nuestro círculo. Ni nos viene a la cabeza que nuestro interlocutor, a quien no conocemos lo suficiente, pueda ser gay. Estoy seguro que si el que me lo dijo hubiera sabido que soy gay (no lo soy) no me lo habría dicho, claro. Pero es que ni siquiera se planteó que lo pudiera ser. Y esa invisibilidad de lo diferente no es buena porque todos tenemos nuestro sitio en el mundo y todos hemos de ser tenidos en cuenta.
- Que difícilmente un hombre heterosexual normal despreciaría un regalo así. No todos los hombres somos fáciles presas de una mujer interesada. No solo los casados por aquello de la fidelidad; también existen solteros a quienes no gustan todas las mujeres. Eligen las de su gusto o eligen una sola a su gusto para toda la vida. No me lo digáis, por favor, ya sé que es difícil hallarlos hasta con la lámpara de Diógenes, pero existir, existen. No muchos pero los hay.
Y eso quería comentarles hoy. Las deducciones que se pueden obtener de una frase intranscendente que no lleva ninguna mala intención.







miércoles, 16 de junio de 2010

Que mi hijo no haga hoy gimnasia que no ha desayunado

Antes de iniciar mi comentario de hoy, dar las gracias a los que me animan a seguir adelante. Todos saben que un bloguero no es nadie sin sus lectores y comentaristas.

Supongo que, con el tiempo, la gente -poca o mucha- que me lea, me propondrá temas y comentarios dentro de la línea que hoy inicio. Un mirón tiene la obligación de intentar comprender lo que mira. Por eso "mira". No es lo mismo mirar que ver. Hay quien ve sin mirar. Hay quien mira y no ve. Se trata de percatarse de lo que sucede a nuestro alrededor, a veces a partir de un simple comentario que, quien lo hace, no comprende el alcance que tiene, la información que está dando con él.

Esa frase que hoy encabeza el blog la oí de pasada. No me fijé. No ejercía de mirón. Una maestra comentó que, cada vez son más las madres que, al llegar al colegio y dejar a sus hijos le decían: Que mi hijo hoy no haga gimnasia porque no ha desayunado.

Todos sabemos lo difícil que resulta darle el desayuno a un niño. Y todos, alguna vez, hemos perdido los estribos, viendo a nuestro hijo con la cabeza apoyada en la mesa, ante el vaso de leche y las galletas con la mirada perdida, sin comérselo, cuando a nosotros se nos va acabando el tiempo. Después nos lanzamos, con el niño de la mano, arrastrándolo hacia el colegio para no llegar tarde.

Pero ahora no se trata de eso. Se trata de que ya comienza a haber niños que no desayunan porque en su casa, en un hogar en el que el padre y/o la madre han mantenido la casa con dignidad económica, comienza a escasear la comida. Es muy raro que, precisamente ahora con la crisis que nos atenaza, suba el número de niños inapetentes que no desayunan ¿no les parece?

Eso me indica que existe ya un porcentaje importante de familias que están en una situación de precariedad económica que llevan de forma vergonzante. Es decir, no quieren que sus vecinos, amigos, conocidos... se enteren de lo que están pasando.

No quiero, al menos hoy, analizar las causas que nos han llevado a esta situación, sino solo fijarme en el doble sufrimiento de estas personas: son pobres y no quieren que nadie lo sepa. ¿Y por qué desean ocultar a toda costa su situación? Porque la sociedad en la que vivimos no ve con buenos ojos al pobre, al que no tiene lo suficiente para codearse con sus vecinos y amigos y estar a su mismo nivel. Hoy no hablo del pobre declarado, el que pide, el que manifiesta su pobreza en su forma de vestir, en su cobijo, en su vida. No son familias que no pueden comprarle la consola o llevarle a un parque de atracciones, se trata ya de familias que no pueden comer.

Yo les diría a estas personas que, a pesar de su pobreza y de su sufrimiento, su dignidad sigue intacta, y, por lo tanto, no tiene sentido ocultar lo mal que lo están pasando. Los amigos se miden en las situaciones desesperadas. En las de bonanza, todos sirven para amigos . Pero ahora tienen la oportunidad de oro para distinguir al amigo fiel del que no lo es. Por otra parte, si lo ocultan, cierran el paso a todo aquel que quiera ayudarles. A veces es difícil admitir ayuda porque eso puede parecer que nos coloca en una situación de inferioridad respecto del que nos la brinda. Tampoco es así. Mi dignidad de ser humano, que es la única importante, es la misma que la suya y es justo que comparta lo que tiene conmigo.

A veces la situación no es tan desesperada pero la familia o, al menos algún miembro de ella la vive angustiosamente. A esos les diría que el dinero y lo que se puede comprar con él no es tan importante. Es cierto que cuando el dinero no entra por la puerta, la felicidad sale por la ventana. Pero teniendo las necesidades mínimas cubiertas, uno puede ser igual de feliz que otro al que le sobra la riqueza. Incluso a veces, más. En estos casos, es cuestión de adaptarse y si la madre o el padre han perdido el trabajo y han bajado sus ingresos, también es cierto que la vida les da la oportunidad de tener mucho más tiempo para sus hijos, amigos, padres, etc. Analicemos nuestra situación de forma objetiva y saquemos el mayor provecho de ella.

A los otros, a los que todavía mantienen su nivel de ingresos o éstos han bajado pero esta disminución no afecta todavía su nivel de vida, les diría que hemos de ser solidarios y respetuosos. Y esa solidaridad y ese respeto pasa por muchas acciones que podemos hacer:

- Estar atento a los problemas de los otros y, con mucha delicadeza, tratar de ayudar. Es decir, sin hacer sentir a la persona que queremos ayudar que nos debe algo. No nos debe nada. Lo hacemos porque es justo hacerlo así y no podemos esperar recompensa.
- Ofrecernos pero no imponernos. Podemos ofrecer nuestra ayuda y esperar que nos la pidan. Si no lo hacen no critiquemos. Tendrán sus razones que desconocemos. No nos impongamos porque entonces sería decirle: yo sé mejor que tú cómo tienes que hacer las cosas. Y eso nunca.
- Saber decir que no, sin sentirnos culpables y sin evitar a esa persona, cuando la ayuda que piden no sea la adecuada o pueda ser obtenida por medios más constructivos. Informarles, acompañarles pero ser firmes.
- Saber escuchar. A veces, basta que a uno le escuchen para que su problema pase a ser menos grave. Pero la gente no pierde el tiempo. Hagan Vds. la prueba. Si no lo tienen (lo que ya es difícil), invéntense un problema y traten de contarlo a sus amigos. Verán el resultado. Entonces pónganse en la piel del que no lo finge, del que lo tiene de verdad y comprenderá cuán importante es tener un hombro amigo en el que llorar. Y dejaremos el nuestro con mayor disponibilidad.
- Ser conscientes que muchas veces, el que ha caído en un problema ha realizado todos y cada uno de los pasos que le han llevado a caer en el mismo. No le recordemos sus fallos y ayudémosle con sensatez. Sin comprometer lo que no podemos. Es él el responsable y él quien tiene que salir. Pero hay ayudas inestimables, como la escucha o la fidelidad en la desgracia.
- Si podemos disponer de algún dinero que nos sobra ¿sería posible destinar parte de él al auxilio de nuestros semejantes? No les digo que vayan dando dinero a manos llenas a todo el que lo pida. Se puede poner un tope y prestar esa pequeña cantidad o parte de ella a quien lo necesite con la obligación de que nos lo devuelvan para poder hacer con otro lo que hemos hecho con él. Pero hay que ser conscientes de que esa persona a lo peor no puede y a lo mejor no quiere devolverlo, y eso tenemos que tenerlo asumirlo. Lo cual no significa renunciar a su reclamación sino tomarlo con deportividad, como una cosa que podía pasar y ha pasado. Se les podría indicar: te lo dejo, no te lo regalo, me lo devuelves en cuanto puedas porque lo dejaré a otro. Si me muriera antes de que puedas devolverlo, sepas que tienes una deuda con la sociedad y que, cuando tengas el dinero, debes utilizarlo como yo, para ayudar a otra gente de la misma forma que yo te ayudé a ti. O algo parecido. Si han hecho el experimento de fingir un problema y buscar quien les escuche con atención (no diciendo, "Uy, no te preocupes, eso se arreglará, ya verás". Eso no es escucha, es querer alejar de sí el problema), intenten que alguien les preste dinero. Entonces, verán como amigos que creían leales, huyen en desbandada. No hagamos nosotros lo mismo.

Se trata de construir un mundo más justo y, aunque dado el estado actual de la política, nuestras posibilidades como personas individuales son más bien escasas, podemos comenzar por hacer lo que está a nuestro alcance.

Escríbanme y digan sin reparos todo lo que se les ocurra al respecto. El que no lo encuentre bien, que me dé sus razones. El que pueda aportar otras soluciones que lo haga.

Adios amigos, hasta la próxima ocasión que tenga la oportunidad de invertir mi poco tiempo en hacerles partícipes de mis vivencias.

lunes, 14 de junio de 2010

Me dirijo a todos Vds.

Sí, a Vds. A todos aquellos a quienes la vida les parece, a veces, una broma, y reducen su actividad a verla pasar por delante de sus ojos interviniendo lo mínimo posible en ella. A los que asisten impasibles, cada día, a decenas y decenas de escenas en su entorno más cercano, que no comprenden, que les sulfuran, que les harían llorar si no estuvieran tan curtidos en desaires, desesperanzas y desamores. A los que tienen la buena fe de las personas sencillas y no comprenden la causa de que otros reaccionen violentamente cuando nadie les ataca. A los que les toca sufrir las decisiones de un sin fin de personas extrañas, a las que ni conocen, pero que les afectan su propia vida. A los que se percatan, por ósmosis, de que todos los que debían trabajar por su bienestar, en realidad trabajan por el suyo. A los que aspiran a vivir tranquilos.

Me dirijo a todos Vds. porque quiero que hablemos. Y quiero que, entre todos, pongamos sobre la mesa todas aquellas cuestiones que nos preocupan y digamos, sin tapujos, lo que pensamos, con seriedad, sin malicia, sin rencor, sin miedo, de TODO lo que nos rodea.

Somos personas adultas pero también son bienvenidos todos los niños que quieran intervenir porque ellos son nuestro futuro y también tienen cosas que decir y queremos que les oiga todo el mundo.

En este primer comentario, me dirijo especialmente a la gente que sufre sin causa: al padre que tiene un hijo drogadicto, al hijo que tiene un padre alcohólico, al que se le ha muerto su pareja, al que siempre recibe desamores porque da su amor a raudales... A todas esas personas injustamente tratadas por la vida, las invito a intervenir, a contar su problema. Pero también invito a los que son felices, para que nos den su receta. Invito a los que creen en Dios, y también a los ateos, a los agnósticos. A los fachas, a los comunistas. En una palabra, invito a cualquier persona que crea que tiene algo que aportar. Y también a la que cree que no lo tiene porque se equivoca. Todos vamos a aportar algo para que el mundo sea un lugar más vivible, menos inhóspito. Y aprenderemos a levantar nuestra voz para hacernos oír y, si nadie nos hace caso, al menos nos desfogaremos y sacaremos fuera toda la incomprensión que nos han metido dentro.

Me gustaría, mañana, cuando entre en mi blog encontrar al menos un comentario de alguien a quien pueda interesar este proyecto.

A mí me interesa. Me interesan Vds. y sus problemas, así que anímense y escriban, escriban mucho y alto para que se nos oiga bien donde corresponda.