Para Javier, que me dio la idea.
Se me ha roto el coche y, si quiero seguir trabajando, he de
reponerlo. Mi empresa me exige que tenga coche y que lo ponga a su disposición.
A cambio me pagan el kilometraje a precios de hace más de quince años. Pero no
me quejo. Tengo trabajo. Tengo un buen trabajo y, aunque no gano mucho dinero,
puedo permitirme el lujo de confiar en que, cada mes, lo que gano será
ingresado en mi cuenta y yo podré disponer de dicha cuantía como mejor crea
conveniente.
Así que he bajado al banco de debajo de mi casa, por donde
cobro mi sueldo, a hablar con el director para ver cuánto me pueden dejar y en
qué condiciones. Ya digo que el coche no lo quiero para ir los fines de semana
a la playa sino para poder seguir manteniendo a mi familia. Sin él, mi trabajo
se haría imposible.
Me han hecho esperar unos minutos. El director atendía a
otro señor que supongo necesitaría también que el banco le prestase dinero.
Para eso están ¿no?
Cuando he entrado en su despacho, me ha sonreído y con la
mano me ha indicado que me sentara.
-
Buenos días ¿En qué puedo servirte, Ramón?
-
Pues verás. Sabes en qué trabajo porque cobro la
nómina por este banco y se me ha roto el coche. Necesito un préstamo para
comprar otro. Poca cosa. Unos 10000 €. El resto lo tengo ahorrado y podré pagar
parte.
-
Bueno, estamos atravesando una época crítica. Ya
sabes que no corren buenos tiempos para los bancos y, en fin, 10000 € son
muchos. No sé yo si… en tus condiciones… el banco podrá darte… No sé qué decirte,
Ramón.
-
Pero, Rosendo, tú sabes que he sido un buen
cliente. Nunca he dejado de pagar nada. Nunca he devuelto un recibo. Nunca me
he quedado en números rojos. Vosotros me hicisteis la hipoteca del piso y ya he
acabado de pagarla. Me falta la escritura de cancelación de hipoteca y eso
podría alertar a otro banco pero a vosotros no porque sabéis que ya está
pagada.
-
No, Ramón, no es por eso. Ya sé que tú eres un
buen cliente. De lo mejorcito que tenemos por aquí. Pero, claro… las garantías
que ofreces… no creo que sean suficientes.
-
Rosendo, estoy trabajando, tengo contrato
indefinido. No me va a faltar el sueldo. Sabes que eso es sagrado.
-
Pues ahí está el asunto, Ramón. Es cierto que tu
sueldo era seguro pero ya no lo es.
-
¿Cómo que no? ¿Cómo que mi sueldo no es seguro?
Rosendo, ¡que soy funcionario!
-
Pues ahí quería yo llegar. Antes sí era una
garantía pero ahora ya no lo es. Desde que Zapatero, después de aprobar unos
Presupuestos Generales del Estado, aprobados por Ley, y fijar en ellos vuestro
sueldo, después de consultar a los sindicatos para consensuar las condiciones
de trabajo tal y como dice la Constitución, os bajó de media un 5% y los
tribunales lo encontraron bien, no es que os quitó ese 5%. Es que os dio en la
línea de flotación. Rajoy, encontrando el camino hollado, ha seguido por el
mismo y ya ves, la paga extraordinaria de Navidad os vuela. ¿Quién nos dice
que, cuando ya no les quede dinero o lo quieran para otra cosa, a mitad del año que viene os suspende el
sueldo de un mes sí y otro no? A lo mejor os lo devuelven pero ¿cuándo? ¿Vamos a
esperar nosotros a cobrar cuando el ejecutivo quiera? Los bancos no actuamos
así.
-
Entonces, Rosendo, si mi posición de funcionario
ya no es segura ¿quién puede ahora conseguir un préstamo de un banco? Lo digo por ver si
puedo cumplir los requisitos.
-
Hombre, Ramón. No sé qué decirte. No es cuestión
de ser solvente. Eso era antes. Ahora se exigen otras cosas.
-
Rosendo, háblame claro, porque quiero saber a
qué atenerme.
-
Vamos a ver, Ramón ¿tú tienes dinero negro?
-
¿Yo? ¿De dónde? ¿De dónde quieres que tenga
dinero negro? No soy un mafioso…
-
Hombre, es que las cosas han cambiado. Fíjate,
si tú me enseñaras el papel de haber regularizado una buena cantidad de dinero
negro (el papel de Hacienda me refiero, ese que pagas un 10% y te lo blanquean
legalmente), yo no tendría problema en darte lo que me pides porque te lo voy a
explicar y lo entenderás enseguida. Ese dinero provendría de alguna actividad
delictiva o, al menos, ilegal. Esa actividad, al ser muy rentable, no vas a
dejarla. Y, como no puedes consignarla en la Declaración anual del Impuesto
sobre la Renta de las Personas Físicas, no pagas el tipo impositivo que te
toca. Solo un 10%, lo que es un tipo muy bajo, y significa que tienes más
dinero libre pero, claro, hay más y es que además te aseguras la impunidad de
que no vas a ser perseguido (puedes ser un asesino a sueldo, puedes ser un
proxeneta, un traficante de drogas, lo que sea) y, con ello, la posibilidad de
seguir ganando más.
-
Rosendo ¡déjate de coñas, tío!
-
No es broma, Ramón. No es broma. Tu sueldo, tu
empleo ya no es seguro. En cualquier momento pueden dejar de pagarte y no
pasará nada. Es mucho más probable que tú te quedes sin empleo (se rumorea que
los funcionarios también podrán ser despedidos) que se acabe la actividad que
genera dinero negro. Eso está claro. ¿Se ha podido erradicar la prostitución y
el proxenetismo? ¿El tráfico o el consumo de drogas? No, con eso no se podrá
acabar nunca. Y ahora el gobierno les pone una tasa de solo un 10% para
blanquear ese dinero. Mucho menos que a ti. Dime pues ¿quién es más solvente?
-
Rosendo ¿me vas a dar el préstamo o no?
-
Ramón, compréndeme. He de ir sobre seguro. Ya
sabes que los directivos de este banco ganan una barbaridad aunque el banco
vaya mal pero yo soy un pobre director de sucursal con un sueldo más bien
exiguo y que he de mantenerme con él. He de hacer lo que me digan. Por cierto
¿quieres unos activos bancarios superseguros, que puedes vender cuando quieras
y que, en un tiempo, te harán ganar
barbaridades? En los años 90 generaron un 100% de plusvalía.
-
Vete a la mierda, Rosendo.
-
No sé por qué te pones así, Ramón. Yo no te he
insultado.
Me he levantado y, sin
comprender del todo lo que estaba pasando en España, me he ido a mi casa, donde
no he sabido explicarle a mi mujer que no había podido obtener el préstamo para
el coche que necesito para poder seguir trabajando y mantener a mi familia.