sábado, 26 de febrero de 2011

Misterio desvelado


            Pues sí, para mí era un misterio porque la entrada de “Bueno, te enviaré una jovencita de 18 años” era de las más vistas en mi blog y eso me extrañaba ya que no la considero ni polémica ni especialmente interesante. Siempre suelo escribir de cosas cotidianas y aquella anécdota había sido el motivo que tomé para dar mi opinión sobre algunas cosas que decimos sin percatarnos de la carga de significado que llevan en su mochila.

            Pero mira por dónde el otro día, de pura casualidad, descubrí que en los blogs cuando entra el propietario hay una opción que se llama “Estadísticas” en la que puedes encontrar desde qué país te han estado leyendo –lo cual me desconcierta mucho porque me han leído hasta en Japón, país en el que no conozco a nadie- hasta si han entrado en tu blog escribiendo su dirección web o por medio de un buscador y -¡aquí está la clave!- qué palabras han puesto para que saliera precisamente tu página.

            Y hete aquí que los que entran a ver mi comentario sobre lo de la jovencita ponen cosas en el buscador como “jovencita 18 años tetona” y cosas así. O sea que lo que buscan es porno o al menos fotos de jovencitas con escaso vestuario y sobradas protuberancias físicas.

            Pues ya está. Ya sabemos la causa. Y no deja de tener su gracia.

jueves, 24 de febrero de 2011

Dos cartas


Tener un amigo es tener un tesoro. Eso es así y todos lo sabemos. Pero ¿cómo podemos distinguir a los verdaderos amigos? Y más difícil todavía ¿cuándo podemos saber si para nosotros uno a quien llamamos amigo lo es realmente y apreciamos de verdad su trato y amistad?

Cualquiera de las dos cosas es difícil. A veces, el que creíamos más amigo hace o dice algo que no comprendemos, que no somos capaces de calibrar. Y otras, cuando perdemos un amigo tenemos sentimientos contradictorios: ¿es dolor por la pérdida? ¿es rabia por el abandono? ¿es un ataque de orgullo por la dignidad pisoteada? ¡Qué difícil es distinguir ese barullo de sentimientos que nacen en nuestro interior cuando algo está fallando en una relación de amistad!

Y por otra parte ¿qué hacemos? ¿cómo actuamos? ¿se lo decimos claramente? ¿no decimos nada pero vamos dándole de lado? ¿intentamos entender qué ha pasado y darle una segunda oportunidad? ¿es realmente una segunda oportunidad o habremos fallado nosotros sin ser conscientes de ello y la respuesta del otro es la lógica o al menos la normal?

He titulado esta entrada “Dos Cartas” porque ante un trato que entendemos injusto e incoherente podemos reaccionar de dos maneras. Y estas serían las muestras:

“Primera carta:

Teófilo:

No entiendo la causa de lo que pasó ayer. He esperado inútilmente una explicación por tu parte. Lo que sí tengo claro son los hechos:
-         Habíamos quedado en que nos veríamos ayer y que me enviarías por email el domicilio donde nos íbamos a encontrar. Dijiste a los diez. Yo te contesté que a las once.
-         Tu email no llegó nunca.
-         La noche antes de nuestro encuentro me enviaste un mensaje al móvil, cuyo sonido siempre tengo apagado pues no suelo recibir mensajes, diciendo que no te había llamado y que no sabías si tendrías visita. ¿La visita éramos nosotros o era otra que te impedía vernos?
-         Te llamé esa misma mañana antes de desplazarme los 70 kilómetros que nos separan. Tu asistenta contestó al teléfono, pregunté por ti, me dijo que sí estabas, me preguntó quién era. Se lo dije. Lo repitió en voz alta. Y entonces añadió: “Es que he oído la puerta”. Pensando que no querías dar explicaciones, le dije que no pasaba nada, que te llamaría al móvil.
-         Emprendimos el viaje y te llamé al móvil. Siempre salió la voz que anuncia que el móvil está apagado o fuera de cobertura. Te dejé varios mensajes de voz pidiéndote que me llamaras, que estábamos de camino o que ya habíamos llegado. Cuando colgué la primera vez vi tu mensaje de anoche pero no le di importancia; ya hablaríamos cuando nos viéramos, aunque te fuera imposible venir a comer.
-         Llamé a tu casa, al fijo. El teléfono sonó seis o siete veces y me colgaron la llamada. Podía ser un corte de línea. Lo volví a intentar pero esta vez me colgaron al primer timbrazo. No había duda. No era la línea.
-         Llegamos a tu ciudad, hicimos un recado, comimos en un restaurante y nos volvimos a casa. Como es lógico comentamos todo lo sucedido y ninguno de los dos supimos encontrarle una explicación lógica.
-         Hasta ahora no he sabido nada de ti. ¿No has puesto en móvil en marcha todavía?
Hasta aquí los hechos. Ahora vienen las peticiones: Ya que has demostrado un desprecio patente por nuestro tiempo –dos personas perdimos todo el día para poder verte y comer contigo, como habíamos planeado- y nuestra compañía, no insultes además mi inteligencia dándome cualquier excusa tonta. Si no tienes una buena razón que explique lo que pasó, cállate, por favor.

Segunda Carta:

Querido Teófilo:

No sé qué pasó ayer que, al final, no nos vimos. Quizá tuviste algo que hacer, quizá no querías vernos, quizá tuviste un mal día... Lo ignoro.
Solo quiero decirte que estoy triste por tu actitud, porque ella me indica que no te encuentras bien, que te escondes de mí y creo no haberte perjudicado en nada, que no tienes confianza para contarme lo que te pasa o pedirme ayuda... Y eso sí que me duele en el alma. Quizá tienes motivos para estar de bajón... o no... lo ignoro porque no me lo has contado.
Necesito decirte que te aprecio mucho y que estoy dispuesto a hablar contigo cuando quieras llamarme haciendo como que no pasó lo de ayer, como si el día de ayer no hubiera existido..., que estoy dispuesto a escucharte si tienes algo que contar, que estoy dispuesto a ayudarte si lo necesitas, que estoy dispuesto a olvidar lo que sea... pero para todo ello también necesito que tomes la iniciativa porque nada más lejos de mi intención que ser un pesado imponiéndote una presencia que, quizá a veces te incomoda.
Cuando resuelvas lo que quieres, me lo dices. Yo sabré esperar.”

Son dos modelos de reacción hacia el mismo hecho. ¿Cuál escoger? Es difícil porque no es de sabios callar cuando la prudencia obliga a hablar, así que si no decimos lo que sentimos no podemos quejarnos si el otro no lo sabe pero si no le dejamos claro que nuestra puerta sigue abierta, quizá, después de lo pasado, le dé apuro llamar a la aldaba. A lo mejor sería bueno que escuchara las dos. Porque las dos dicen verdades.

Vds. juzgan.

viernes, 11 de febrero de 2011

El tabaco y su prohibición


He de confesarles que hace cinco largos años que no fumo. ¿Sufro por no poder hacerlo? Pues la verdad es que no. Y si me aprietan las ganas no tengo ningún inconveniente en coger un pitillo y darle dos o tres caladas; pero eso ha sucedido solo dos o tres veces en todo este tiempo y siempre lo he aplastado contra el cenicero mucho antes de que se acabara. Ya no me apetecía.
Sin embargo tengo amigos que lo dejaron hace más de 20 años y siguen teniendo un “mono” considerable. Le dicen al que fuma a su lado: “Échame un poquito de humo, anda”, consolándose con aquel sucedáneo que le depara el destino.
Lo cual me hace pensar que la adicción al tabaco es mucho más psicológica que física pues no creo que en el cuerpo de una persona que hace 20 años que no fuma quede el más mínimo rastro de la nicotina o el alquitrán que aspiró. Y sigue teniendo ganas de fumar.
Por lo tanto, el vicio de fumar se quita con una cosa: voluntad para dejarlo y, en todo caso, tratamiento psicológico pues poco pueden hacer los medicamentos –salvo quitarte la ansiedad que produce el saber que no puedes hacer una cosa que te apetece-. Ello unido a que dichos medicamentos son carísimos y que entre los efectos secundarios está que, raramente se han producido muertes por tomarlos, me hace pensar que los tales medicamentos son un negocio como un templo, destinado a engañar a las personas que no quieren hacer ningún esfuerzo por dejar algo que solo pueden dejar ellas mismas.
Poniendo estas premisas, ahora voy a abordar el tema de la prohibición de fumar en los bares. ¿Es lógica esta prohibición? ¿Está justificada?
Y aquí habría que ver, como siempre, qué bien estamos tratando de proteger para prohibir algo. Y Vds. me dirán: la salud del fumador y de quien está a su lado. Cierto, totalmente cierto. Y eso justifica la prohibición porque aunque todos los presentes en el bar estén de acuerdo en que se fume, los trabajadores, que no pueden renunciar a sus derechos por disposición legal, tienen todo el derecho a que se proteja su salud, aun en contra de ellos mismos. En su tiempo libre que hagan lo que quieran pero en el trabajo, el empresario es responsable de proteger su salud.
Pero, a la vez, me asaltan las siguientes preguntas, y supongo que no soy el único que se las hace:
-         Todos sabemos que en los cigarrillos que nos venden, las empresas fabricantes introducen sustancias para que sean mucho más adictivos que el tabaco solo. ¿Por qué no se legisla nada prohibiendo tales adiciones? No, a nadie se le ha ocurrido. ¿Será porque la industria tabaquera es una de las más fuertes del mundo y los políticos, en el fondo, le tienen miedo y solo hacen amagos de cara al público que indiquen que quieren proteger nuestra saludo pero que en verdad les importa un pimiento?
-         Cuando una persona enferma de alguna dolencia respiratoria se suele echar la culpa, de entrada, al tabaco: fumador activo o pasivo, da igual. El tabaco tiene la culpa. ¿La ciencia médica es actualmente capaz de discernir si un EPOC o un enfisema de un no fumador proviene de haber sido fumador pasivo o de la simple inhalación del aire que llena nuestras ciudades, repleto de sustancias cancerígenas que lanzan a la atmósfera las industrias y los motores de explosión? ¿Por qué no se prohíben los vehículos a motor? Ah, es que el coche, el camión… es indispensable en el mundo de hoy. ¿Y eso justifica que nos maten envenenándonos lentamente? Bueno, sí, luego se le echa la culpa al tabaco y ya está. La gente se lo acaba creyendo.
-         ¿Saben Vds. que nuestra ministro de Sanidad, Leyre Pajín, comentó, como de pasada, que estaban estudiando la posibilidad de incluir los medicamentos que supuestamente curan el tabaquismo entre los subvencionados por la Seguridad Social? ¿Saben lo que pueden llegar a pagar las farmacéuticas en forma de sobornos a los políticos de turno –no digo que lo hagan- porque eso se apruebe?
Supongo que queda clara mi postura: no al tabaco pero no también a todas las demás cosas que pueden perjudicar nuestra salud y el Gobierno ni nombra ni se acuerda de ellas si no es en sospechosas circunstancias. Y, desde luego, dejar la puerta abierta a aquellos que quieran constituirse en Asociaciones de Fumadores siempre y cuando no tengan asalariados y se sirvan ellos mismos.
No me digan que su enfermedad gastará recursos de la Seguridad Social en forma de asistencia que no tenemos por qué pagar los demás. Aunque eso es cierto ¿Por qué pagamos la rehabilitación de drogadictos cuando el comercio de la droga no paga ningún impuesto y sí el del tabaco? ¿Por qué damos pensiones no contributivas a personas mayores cuya hacienda ha sido puesta convenientemente a nombre de los hijos y entonces alegan que no tienen medios de subsistencia? ¿No existe una obligación en el Código Civil de dar alimentos a los familiares? ¿Por qué he de sufragar yo esa pensión si la persona en cuestión sigue disfrutando de los mismos o parecidos ingresos que antes de jubilarse o en el caso de que no sea así lo disfrutan sus hijos que tienen obligación para con ellos? ¿Por qué, en España, una persona quebrada delictualmente puede seguir abriendo empresas a su nombre o siendo Administrador de una Sociedad? Porque incluso en el caso de que esté inhabilitado, como no existe un Registro Oficial de Inhabilitados, no se puede controlar. Y luego, todos esos vendrán a pedir una pensión no contributiva por no tener medios de vida cuando durante la misma se han pulido lo que les ha venido en gana.
Estoy harto del fraude fiscal, de la doble moral, de la corrupción política, del problema estructural de la economía de España, de la tolerancia de la población hacia los desmanes de sus mandamases en cualquier parcela del país.
En definitiva: estoy harto de que el hombre sea tan poco hombre, porque cuando más se aleja del animal que fue, peor es la sociedad que crea.

miércoles, 9 de febrero de 2011

De las canicas a los videojuegos


Vamos a tener entre nosotros una nueva colaboradora: Berta Marín. Una periodista chilena de larga trayectoria profesional que nos deleitará con sus artículos. Ella misma se declara una mujer cristiana con participación activa en su Iglesia. Este es el primer artículo que nos envía. Que disfruten con él.


En la era digital en que vivimos hay adultos que experimentan cierto menoscabo al reconocer que “no se manejan con estos artefactos modernos”, léase cualquier equipo electrónico, desde un reloj pulsera a un videograbador.
Entonces, lo más corto y fácil, es recurrir a un nieto.”M’hijito, ¿podría, por favor…?
Casi escucho el suspiro de superioridad, fastidio y resignación con que el niño o el adolescente oprime por aquí, gira por allá, digita en éste o al otro lado y ¡ya!
¡Qué fácil! ¿no?
Nunca tanto. Es solo cuestión de habilidades y práctica. Recordemos que el mejor aprendizaje se hace haciendo. A bailar…se aprende bailando. A cocinar…cocinando. A nadar…nadando. A caminar…andando, cuántas más horas, mejor, y así hasta desembocar en la consola del más sofisticado aparato electrónico del momento que viene a ser algo muy complejo para nosotros, la generación que pasó ya los 50 y que es ¡papaya! para niños y adolescentes.
El problema es que hoy muchos niños y adolescentes – especialmente en los países desarrollados donde la vida familiar se da en un  marco frágil y cambiante - confunden la práctica y la afición, con la adicción. Y ser adicto a cualquier actividad no es bueno ni recomendable porque conlleva pérdida de equilibrio en la distribución de tiempo e intereses con consecuencias funestas.
La punta del iceberg en esta materia la representan los videojuegos, el boom de la entretención tecnológica móvil que a partir de los 90 tiene de cabeza a la sicología, la sociología, la medicina, a educadores, a legisladores  y a los medios de comunicación para valorizar su beneficio – o perjuicio - a la sociedad.
La respuesta definitiva sigue en compás de espera, a pesar de que  en un estudio realizado por la Universidad de Valencia en l992, el videojuego ocupaba el primer lugar entre los juguetes preferidos por el 62 % de los niños españoles, segundo lugar en el caso de las niñas, por detrás de los juegos de misterio.
La violencia fantástica ocupa, lejos, el primer lugar de las preferencias y la tendencia es creciente, lo que obliga a pensar que los videojuegos son mucho más que tecnología asociada a  recreación.
Dos serían las razones del gran impacto de los videojuegos.
·                   Por una parte, la gran afinidad que existe entre los valores, actitudes y comportamientos que promueven éstos y los que que imperan en la sociedad actual. Como el sexismo, la competitividad, el consumismo, la velocidad, la violencia, la agresividad, etc.
·                   Por otra, desde el punto de vista del aprendizaje, los videojuegos cumplen muchos de los requisitos que una eficaz enseñanza debe contemplar, y en la mayoría de los casos lo hacen mejor incluso que nuestros actuales sistemas educativos.
Veamos algunos de estos valores. La competitividad, por ejemplo,  es uno de los ejes de nuestra sociedad, presente en todos los niveles y todos los ámbitos, en la empresa, el deporte, la familia, etc. Ocupa un papel importantísimo en la infraestructura de los videojuegos, tanto en la competencia con otros como en la competencia con uno mismo.
La violencia es otra de las dimensiones que tienen un gran espacio en el conjunto de los videojuegos y que, lamentablemente, está muy presente en nuestra sociedad, puesto que vivimos en un entorno violento, sobre todo a través de la televisión, en donde se destaca como tema estelar de películas, telenovelas y aún en la selección del recuento informativo diario.
El uso del sexismo y del erotismo con fines comerciales y la difusión y promoción de los roles sexuales diferenciados y en relación de dependencia, también tiene un fuerte eco en los juegos de pantalla, al igual que son utilizados por la publicidad diaria con el fin de conseguir objetivos económicos.
La velocidad es otra de las características de nuestra sociedad moderna. Numerosos juegos muestran este aspecto competitivo relacionado con la velocidad de coches, motos y otros vehículos, en total consonancia con lo que ocurre en la vida real.
El consumismo, puesto que la iniciación en el mundo de los videojuegos supone un fuerte impulso para el desarrollo de actitudes y comportamientos consumistas, con la compra de aparatos, accesorios, cambios de modas, revistas especializadas, etc.
Los videojuegos entonces estarían reproduciendo valores y características propias de nuestra sociedad. Pero aún más importante es comprender que lo hacen bien. Hacer las cosas bien puede parecer obvio…pero no siempre se logra.
Por eso los sociólogos analistas del tema nos advierten:Al contrastar esta actividad con otras realizadas en el aula o en el hogar, comprobamos que el desequilibrio en cuanto a  la motivación de la conducta es totalmente favorable hacia los videojuegos.Ni en la escuela ni en la familia se realizan, por lo general, actividades lúdicas que por sí solas produzcan gran satisfacción, ni existe un conocimiento exacto de los fines a conseguir, ni un refuerzo inmediato y constante por los logros conseguidos, ni una actividad programada para desarrollarse con una dificultad progresiva. Tanto en la escuela como en la familia se realizan muchas veces tareas rutinarias, para las que no existen estímulos tan intensos como en el videojuegos(luces, sonidos, manipulación), que casi nunca reciben una recompensa, mientras que por el contrario son más abundantes los silencios o los castigos. La maquina nos hace una demostración de cómo se juega, nos plantea claramente las reglas del juego, nos permite jugar al nivel adecuado a nuestras posibilidades, nos facilita el progresar continuamente, nos invita a manipular y a manejar instrumentos y resolver problemas, nos dice inmediatamente el nivel que hemos conseguido, nos da recompensas si cumplimos determinados requisitos, nos dice cuándo hemos alcanzado el récor, nos permite inscribirlo públicamente, nos aplaude, nos anima, ... en suma, nos da la oportunidad de sentirnos héroes, en algunos casos de identificarnos con héroes reconocidos socialmente, como Rambo, de ser un poco "mejor" cada día.
Esta serie de circunstancias sólo se dan en los videojuegos y no se dan en la vida escolar ni en la familiar de una manera tan intensa.La constante repetición es una de las formas de afianzar comportamientos y de permitir mayor dominio de la actividad cada vez. Por ello, a fuerza de repetición y de jugar durante muchas horas, los niños y adolescentes llegan a convertirse en grandes expertos y alcanzan progresivamente puntuaciones o niveles superiores. El videojuego les muestra diariamente, de modo palpable y cuantificable, todo lo que están progresando, de manera que cada día que avanza consiguen un mejor nivel.
¿Y qué del “lado b” de los videojuegos, ese que destacan los medios de comunicación como artífices de la conducta violenta de algunos adolescentes?
Desde l973, año en que  se creó el juego de Pong, simulando una rudimentaria partida de tenis, y después la creación de los Space Invaders (matamarcianos), Pac-Man (come-cocos), y otros similares, comenzó una "carrera armamentista” que ha dado paso a juegos con un componente violento, bélico y agresivo  cada vez con mayor  intensidad y más realismo. Los juguetes de guerra actuales son "casi reales", como el de la Guerra del Golfo; las peleas callejeras son casi humanas, en cuanto a sus movimientos y la sangre que se esparce por la pantalla; los combates entre humanos o entre seres de otros mundos son cada vez más brutales, tal como "Mortal Kombat", en el que la versiones segunda y siguientes superan en crueldad a la primera.
De ahí que exista la opinión generalizada de que este tipo de juegos no puede aportar nada bueno en el desarrollo psicosocial  de los  niños, aunque muchas veces las opiniones y los juicios vertidos se hagan más sobre consideraciones intuitivas que basadas en investigaciones serias.
Pero ¿ realmente hay necesidad de “verdades científicas en esta materia”? ¿Acaso no sabemos “que la violencia engrendra violencia”?.
Del conjunto de  preocupaciones que el uso, y sobre todo el abuso de los videojuegos provoca en los educadores, destacamos las siguientes :
Los videojuegos están muy cargados de violencia y agresividad, por lo que  repercuten negativamente sobre el comportamiento de los niños y adolescentes, aunque algunos sugieran una función catártica al encauzar la violencia y darle una salida. 
Hay también  quienes piensan que la violencia de los nuevos juegos no es superior a la que se ha representado desde hace siglos en la literatura infantil universal, el cine, los comics, etc. El cuento de Caperucita Roja, Blancanieves, Pulgarcito, y otra serie de clásicos vendrían a ser el antecedente de los actuales modos de jugar con los ordenadores.
Y por más que quiera negarse, los videojuegos recogen y denuncian la realidad imperante en cuanto a  sexismo ya que la mayoría  representa a personajes masculinos. Las  pocas figuras femeninas que aparecen lo hacen en situación de inferioridad, de segundo plano, de cautivas que hay que rescatar, en actitudes de sumisión, mientras que los personajes masculinos están representados de forma activa, valiente y dominadora.
Hay todo un mundo de investigaciones pendientes respecto del impacto de los videojuegos en la personalidad de los adolescentes. Los padres de hoy, de cualquier nacionalidad o nivel social, observan alarmados el cambio operado en su hijo, esa“doble personalidad”  que exhibe ante ellos, monosilábico, desmotivado frente a todo y a todos, falto de energía y de alegría existencial. Otro, enfrentado a la pantalla con figuras en movimiento, tensos los pulgares en el control, atento a cada gesto del personaje en acción, captando todas las señales que le vienen por los audífonos, así juege con amigos o con con compañero virtual. ¡Dispara!¡Ataca!¡Cuidado! ¡Oh….!
Si el juego se refiere a matar enemigos – por lo general lo es – lo mejor será no interrumpir ya que en la forma en que  lo mirará no reconerá a su hijo, y  se sentirá fuera del mundo virtual en el cual él es el amo y Ud. un extraño.
Mientras lo mira gesticular con la adrenalina al máximo, estoy segura que se estará preguntando sobre qué pasó  con los juegos de calle que jugábamos cuando niños y adolescentes.
¿Por qué las canicas, el volantín, el trompo y el balón ya no los atraen?
No tenemos la respuesta. Creo que estamos recién enfrentándonos a una nueva realidad social para la cual no estamos debidamente preparados y, como todo lo nuevo, nos asusta.
Lo único que podemos hacer por lo pronto, mantengámosnos muy cerca de nuestros adolescentes para que, tengan la absoluta certeza de que todo cuanto hagan nos importa. Pídamos con sencillez de corazón que nos expliquen una y otra vez lo que no entendemos…¡Quién sabe si al explicar  un videojuego podemos razonar juntos respecto del mundo real y conocernos más uno al otro!
Podemos o no ser diestros en el manejo de artefactos electrónicos de última generación; podemos estar delante o detrás de la brecha digital. ¡Con los años vividos nos hemos ganado ese derecho!, pero no podemos juzgar ni menos condenar a nuestros niños o jóvenes porque se fascinen y se concentren en usar aquellos juguetitos que mentes adultas inventaron a partir de sus propias necesidades sicosociales.
La tecnología con su carga de bienes y de males volverá a sorprendernos mañana…porque, como en la canción, todo cambia. Lo único que no cambiará es la necesidad de amarnos y entendernos como seres humanos para acceder a un mundo mejor.