sábado, 25 de diciembre de 2010

La velocidad y la educación.

Hoy he ido de viaje. A comer con la familia, como es lo normal en Navidad. La carretera, a mediodía, se encontraba bastante transitada. He salido de la ciudad sin pensar, acomodando mi velocidad a la que circulaban mis compañeros de viaje pero pronto me he percatado que estaba excediendo el límite impuesto en el tramo que atravesaba. He frenado suavemente, me he apartado a la derecha de la vía y he fijado el automático del coche en el tope de la velocidad autorizada. A partir de ese momento, he ido tratando de respetar escrupulosamente los límites que iban apareciendo a la derecha del camino. Y también, a partir de ese momento, los coches circulaban por mi izquierda a una velocidad muy superior a la mía. La conclusión que he venido a obtener es que, en ese preciso instante, era yo el conductor más peligroso que andaba por allí pues los coches que me alcanzaban, al ver de sopetón que no rebasaba los 80 Km/hora en una autovía -en obras-, frenaban bruscamente o cambiaban de carril de forma violenta cortando el paso al que venía, a toda marcha por el carril izquierdo, no sin antes obsequiarme con un sonoro pitido.

¿Era mi velocidad adecuada? ¿Eran mis compañeros los que vulneraban la ley? ¿Era esa ley de límites justa, es decir, existían razones más poderosas que el derecho de mi libertad personal para que me la coartaran en aras de una hipotética seguridad pública?

No puedo ocultar que me gusta conducir. Sobre todo con un coche potente y por carretera de montaña con mucha curva. Frenar antes de entrar a la curva y justo en su centro comenzar a acelerar para salir zumbando de la misma, frenar antes de llegar a la otra y así sucesivamente. Como pueden suponer no me gusta la autovía ni la autopista por aburrida y el único aspecto que la puede hacer más atractiva es la velocidad.

Coartan mi libertad y me prohiben conducir a partir de una determinada velocidad. En autopista o autovía, 120 Km/hora, hasta llegar a ciudad en la que no puedo pasar de 50 en el mejor de los casos.

Y no es que lo encuentre mal porque a mí me guste conducir rápido. Lo encuentro mal porque los límites de la velocidad tienen los siguientes problemas:

La limitación se impuso en los años 70 para reducir el consumo de combustible, no para salvar vidas.
En algún país europeo estos límites no existen y tienen menos muertos por accidente de tráfico que nosotros.
Quien fija estos límites -con excepción de velocidades máximas- es la empresa que hace o termina la obra. Es decir, aquí hay un completo fallo en la potestad legislativa. Es una norma limitativa de derechos que no es decidida por el Parlamento y ni siquiera es publicada en un boletín oficial. Sin embargo nos pueden sancionar si lo incumplimos. Falla totalmente el principio de legalidad. ¿Se han fijado Vds. que los tramos en obras, en ocasiones, stán tan mal señalizados que es imposible hacer caso de los mismos?
El límite de velocidad -y cualquiera que conduzca lo sabe- no depende solo del estado de la carretera, sino de la potencia del coche, y de las aptitudes y estado del conductor. Y estas dos últimas variables jamás podrán ser evaluadas por una señal de tráfico. Hay calles de las ciudades en las que circular a menos de 50 Km/hora es ridículo y hay calles en las que, por prudencia -y aunque no esté fijado así- deberíamos circular al paso de un hombre pues por la estrechez de la vía y por haber aparcado coches a los lados es peligroso cruzar la calle más rápido ya que de entre los coches y sin poder atisbarlos hasta que los tenemos encima pueden salir peatones despistados, niños o animales.

Todo esto me hace pensar en que quizá en nuestro país estamos apoyándolo todo en una legislación restrictiva y no en una educación en valores y en sentido común. Las autoescuelas no enseñan a conducir, solo enseñan a llevar un coche, que no es lo mismo ni se parece. Llevar un coche es tener la responsabilidad suficiente para saber que tenemos un arma mortal en nuestras manos y esté o no esté limitada la velocidad tenemos que adecuarla a las circunstancias ambientales. En las autoescuelas nos enseñan todas las normas teóricas y luego, en las prácticas, a aparcar, a circular sin demasiado riesgo, a maniobrar... pero echo de menos que a los aprendices de conductor no se les apele a su sentido de la responsabilidad y a la concienciación de que sus acciones pueden tener nefastas consecuencias.

Pero, claro, no es un asunto privado de educación vial sino de la educación en general. Tenemos tan interiorizado que todo lo no prohibido está permitido que, a veces, abusamos de la ley o la aplicamos fraudulentamente cumpliendo su letra mientras

¿Por qué se limita la velocidad máxima con la excusa de salvar vida cuando estamos comprobando que los quitamiedos de las nuevas carreteras que se construyen siguen apoyándose en postes que cuando son colisionados por un motorista lo parten en dos? ¿Es que el gobierno no se da cuenta que eso también salvaría vidas? Comprendo que el gasto en el cambio de los mismos de todas las carreteras en las que ya están instalados sea inmenso -no entro en el asunto del contraste entre el valor del dinero y el de las vidas humanas que eso ya sería objeto de otra entrada- pero no comprendo que se sigan poniendo en las nuevas. ¿Se hace por ignorancia de sus consecuencias? No lo creo. ¿Cobra algún funcionario o político por dejar que las empresas que los fabrican amorticen sus máquinas al coste en vidas que sea? Pues podría ser ya que cuando se impuso la obligación de llevar casco en las motos se demoró su aplicación hasta septiembre de aquel año porque los fabricantes de motos pidieron al gobierno ese retraso ya que, según su justificación, ello podría ralentizar mucho las ventas en verano que era la mejor temporada. ¿Es moralmente reprobable esa actitud o la ganancia de unos pocos justifica que haya veinte o treinta muertos más en un verano?

Creo que la velocidad es un asunto grave y no me quejo personalmente de la prohibición de rebasar las máximas fijadas e incluso procuro cumplir pero los accidentes nunca son por alta velocidad sino por que ésta es inadecuada, sea ésta legal o ilegal.

Quizá tengan razón los que afirman que lo único que mueve a los gobiernos es el afán recaudatorio ya que se podría intentar muchas otras acciones y no se hacen. Y una de las principales es la educación, que no consiste en enseñar lo que dice la ley -y a veces como burlarla- sino en lo que persigue la norma, su justificación y su conveniencia, haciendo partícipe al educando del fin común que se intenta conseguir. Mientras una persona no interioriza la necesidad de actuar de una determinada forma, ese comportamiento será forzado por la sanción pero dejará de realizarse en cuanto se tenga la firme convicción de que dicha sanción no se producirá.

Dicen que lo único que diferencia al hombre del animal es su sentido del deber. No en todos los individuos -porque hay quien no lo conoce- pero sí en la especie. Y es apelando a ese sentido del deber y de la responsabilidad como conseguiremos cambiar las conductas indeseables y crear ciudadanos útiles a la sociedad de todos.

jueves, 23 de diciembre de 2010

In memoriam

Tengo en el calendario varias Navidades que recordaré siempre con tristeza. Esta va a ser una de ellas. Y es que Jerry, mi perro, ha decidido irse para siempre.
Eso sí, se fue con las botas puestas porque ya herido de muerte, esperando a que le viera el veterinario, acostado de espaldas sobre mi regazo,. desorientado e indiferente a todo cuanto pasaba a su lado, hizo un postrer esfuerzo para girarse a mirar, a oler, a un perrillo que salía ya de la consulta. De momento, no acerté con la causa de su interés pero oí que su ama la llamó: ¡Lupe, no tires! Era hembra y Jerry, caballero como siempre, aun en su recta final se volvió a mirar/oler a una dama. Aunque fuera a distancia.
Ha dejado nuestra casa vacía. Al levantarme esta mañana he vuelto, sin darme cuenta, a rodear en la oscuridad su cama que ya no estaba. Lo estoy recordando todo el día y, de tanto en tanto, los ojos se me humedecen en una reacción que no soy capaz de controlar.
Jerry nos eligió a nosotros. Fue abandonado aún con su collar en una carretera, y lo encontramos, con más hambre que un maestro de escuela de la postguerra, en medio del campo cuando paseábamos a nuestros perros de entonces. Se vino detrás hasta casa. Caminó a una prudente distancia de todos nosotros, sin atreverse a acercarse pero sin rezagarse. Tendría unos cinco meses y ya sentía un miedo cerval hacia los humanos, pavor que le acompañó toda su vida. Quizá nuestra manada, al ser mixta –dos humanos y dos perros- le pareció menos mala.
Al llegar a casa no le dejamos entrar y se quedó gañendo en la puerta. Como un niño abandonado que no sabe adónde ir. A nosotros nos quedó el corazón encogido y un sentimiento de culpa que no nos merecíamos, pero nos mantuvimos firmes. Al fin y al cabo, a los dos días nos íbamos de vacaciones por una semana y se olvidaría de nosotros; desaparecería y, si no ves el problema, es como si éste no existiera. Así que era cuestión de aguantar los dos días que quedaban cerrándole la puerta en el hocico cada vez que entrábamos o salíamos. Eso sí, le sacamos comida. Al menos que aguantara lo que pudiera.
El día que nos fuimos le compré tres ensaimadas en la pastelería y se las puse en el suelo. Como tiene hambre se pondrá a comer atolondradamente y no se dará cuenta de que nos vamos. ¡Ilusos! Cuando se percató de nuestra marcha, abandonó la comida y comenzó a correr con desesperación detrás del coche a la máxima velocidad que le daban sus cortas patitas –era una especie de foxterrier español- hasta que sus fuerzas fallaron y se quedó mirando cómo nos alejábamos con la decepción marcada en los ojos.
Pasamos la Semana Santa en Córdoba y ni los faroles encendidos del Cristo más bonito de España lo apartaron de mi mente. Lo imaginaba solo, con hambre, sin cobijo… pero trataba de tranquilizarme pensando que, a la vuelta, habría desaparecido. Vano fue mi consuelo. Dejamos el coche en el garaje, unos metros más allá, y al llegar a nuestra puerta, sigilosos por si acaso, respiramos aliviados cuando no le vimos. Cerré la puerta con cuidado de no hacer ruido. Y no habíamos salido aun del recibidor cuando oímos un gañido acompañado de rascones en la puerta. Volvió mi mujer sobre sus pasos; abrió la puerta y allí estaba él, sentado bajo el dintel del portal, expectante, sin mover la cola, esperando… “Pasa -le dijo mi esposa-, te lo has ganado”. Y entendió al instante que había sido admitido en la manada elegida.
Fue un perro serio, nada dado a las demostraciones excesivas de afecto y mucho menos a su petición exagerada. Cuando deseaba una caricia se colocaba a tu lado y miraba intermitentemente tus ojos y tus manos. Le tocabas un poco la cabeza y le decías: “Ale, Jerry, ya está” y se alejaba satisfecho hacia su colchoneta.
Ha sido el último de una saga de diez amigos de cuatro patas: Rufo, Cuca, Charly, Doc, Sony, Negra, Black, Nela, Yaso y Jerry. Pero ya he hablado con el Refugio de Animales Abandonados y, seguramente este domingo, iremos por un perrillo de poco tamaño –ahora vivimos en piso- que sea mayor, de los que no es fácil que nadie adopte. Este nuevo perro no nos hará olvidar a todos los otros, que cada uno se ganó su lugar en nuestro corazón pero volveremos a sentir el cariño más desinteresado que existe: el de un perro a su amo.
En memoria y homenaje de todos ellos escribo esto que, quizá, quien no haya convivido nunca con un perro no sepa comprender.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Las batas de los médicos y los bares

A veces, al salir del centro de salud cuando voy al médico, me detengo un momento a tomar un café en el bar de enfrente. Es un bar modesto. Limpio, con azulejos –lo que hace reverberar las voces de los parroquianos y produce un ruido ensordecedor- hasta el techo, con las dueñas y el camarero pendientes en todo momento del cliente: de lo que quiere, de cómo lo quiere, de sus caprichos, de sus necesidades… Es agradable porque te hacen sentir como en tu propia casa. Además, guisan bien por lo que, cuando no puedo, por la causa que sea, comer en casa, me paso por allí y, si el menú no me satisface plenamente, Lourdes, una de las dueñas, me ofrece enseguida una alternativa: me pone dos primeros o dos segundos o me cambia el primero o el segundo por otro postre. Quedo siempre contento. Y es que se desviven por cada uno de los clientes que tienen.

Pero hay algo que desentona en un país con tantas normas sanitarias por metro cuadrado como el nuestro.

Constantemente –ya he dicho que el lugar queda justo enfrente del centro de salud- entran los trabajadores de ese centro a tomar su desayuno, a comer, al aperitivo, al café… No me quejo de que lo hagan. Dudo que en toda mi ciudad exista otro centro de salud con el local más cutre y el personal más amable, incluidos administrativos, enfermeros, médicos, celadores… Solo señalo que al salir del centro no se molestan en quitarse la bata blanca con la que atienden a los pacientes y que, aunque por razones obvias no he visto, la tela debe estar repleta de innumerables bacterias, bacilos, virus y demás bichitos por el estilo que, aunque invisibles por diminutos no por ello menos peligrosos.

Ya sé que yo mismo salgo del centro de salud y voy también al bar. Pero yo he estado un ratito y ellos se pasan allí toda la mañana. Por una simple regla de tres, ellos deben llevar muchísimos gérmenes más que yo, y, dado que son profesionales, deberían conocer la inoportunidad e insalubridad de la costumbre de salir vestidos con el sudario de cultivo microbiológico que es su bata.

Sin embargo, no existe norma alguna que limite o prohíba esta costumbre. Como tampoco existe una norma que obligue a todas las panaderías a que no toquen las mismas manos el pan que sirven y el dinero que cobran, cuando es sabido que las monedas también vienen llenas de “regalos” al haber pasado antes por tantas manos. Por sentido común ¿qué costaría que los sanitarios y auxiliares se quitaran la bata antes de salir del centro de salud o que el expendedor de pan utilizara una bolsa de plástico para cubrirse la mano cuando envuelve el pan a un cliente?

Quizá alguien me llame maniático pero no creo serlo. Los médicos están hartos de avisarnos cuántas gripes –sí, esa enfermedad tan común y traicionera- se podrían evitar con la sana costumbre de lavarnos las manos varias veces al día y, sobre todo, cuando llegamos a casa o vamos a comer. Y si se evitarían las gripes, supongo que pasará también con otro montón de enfermedades.

Bueno, pues desde aquí lanzo la llamada al sentido común de los profesionales –que deben dar ejemplo-, al de los usuarios –que deben exigir y practicar esa higiene-, y a las autoridades para que realicen una campaña de concienciación en esta materia. Tanto dinero que se gastaron –creo que un poco alegremente o ¿quizá debería decir interesadamente?- en asustarnos con la gripe aviar y la porcina, ¿no podrían dedicar una parte del presupuesto en concienciar a la gente sobre las virtudes de la limpieza y su incidencia en la salubridad pública y privada?

En fin… yo, desde luego, seguiré con mi costumbre de lavarme cada vez que entro en mi trabajo o en mi casa al venir de la calle –he subido en autobús o metro y me he agarrado con la mano la barra de sujeción en la que debe estar las miasmas como piojos en costura- y, sobre todo, antes de sentarme a comer.

Les invito a hacer lo mismo.

domingo, 21 de noviembre de 2010

La imagen de la miseria

Acabo de ver un anuncio en televisión. Normalmente, no presto demasiada atención a los anuncios. Me aíslo de ellos y en pocas ocasiones me entero de lo que dicen o de cómo lo dicen. Sin embargo, ya hace tiempo que una cierta publicidad me martillea el corazón. No sé cómo explicarlo mejor. Cuando la pasan y oigo esa voz paternalista de alguien muy conocido que va relatándonos lo mal que lo pasan los nativos de países del tercer mundo y, al final, nos pide dinero para ayudarles, no sé la causa, pero se me encoge un poco el alma.

¿Es concienciación por lo mal que lo están pasando esas personas? No, no lo es. Hasta ayer no supe distinguir cuales eran los sentimientos que suscitaba en mí ese tipo de publicidad.

Normalmente, se trata de ONGs que no conoce nadie. Son nuevas y utilizan la imagen de alguien famoso en el sector de los deportes, actores, cantantes, etc. Ese famoso nos habla de la situación de pobreza, miseria, esclavitud, hambre… o cualquier otra calamidad que están pasando esas “pobres personas, esos pobres niños” y lo subrayo porque no es lo mismo ser una pobre persona que una persona pobre. La diferencia es abismal.

¿Saben lo que me suscita esos sentimientos, mezcla de lástima, intranquilidad y rechazo? Las imágenes que van apareciendo ante nuestros ojos de personas, en su mayoría niños, que van paseando por medio mundo su cara de miedo, de hambre, su miseria, su malnutrición, su enfermedad…

¿Es legítimo usar su imagen para recaudar fondos? Fondos que, tratándose de ONGs desconocidas tampoco sabemos dónde van a ir a parar, si a los pobres cuya imagen utilizan o a los bolsillos del Presidente de la ONG peticionaria. Y el famoso de turno, el que acoge amorosamente en sus brazos a todos esos pobres desgraciados –es lo que evoca el spot si no aparece expresamente- puede ser también, en el mejor de los casos,  una víctima al haberse dejado convencer para hacer semejante llamamiento con la mejor de las intenciones y sin cobrar por su trabajo.

¿Saben esas personas que salen en el spot que están siendo utilizadas para recaudar fondos? ¿Fiscalizan ellos de alguna manera que el dinero que se obtiene con la lástima que provoca su imagen llegue al destino que se promete? ¿No existe una Ley en España que prohíbe el uso de imágenes de menores para ciertas actividades? ¿No protege esa ley la imagen de esos niños que exhiben su desamparo lleno de moscas por medio mundo? ¿Se ha informado debidamente –de forma comprensible para ellos- a los padres de que la imagen de sus hijos se utilizará para fines comerciales y no cobrarán nada por ello y han dado su aprobación?

A veces tardas en darte cuenta del engaño porque éste está bien urdido y apela a nuestros sentimientos más humanitarios pero algo chirría. Ya se ha destapado algún caso de estafas efectuadas por ONGs. ¿Están estas organizaciones debidamente fiscalizadas? ¿Tienen obligación de recibir los fondos de los que se nutren por canales que dejen huella, de dar cuentas a alguna autoridad, de dejar que fiscalicen sus finanzas?

Siempre decimos que el fin no justifica los medios, y tratándose de la miseria que desgraciadamente existe en el mundo menos aun. A lo peor, va y nos encontramos con que, apelando a nuestros sentimientos de solidaridad, alguna de esas ONGs tiene su sede en un paraíso fiscal y el spot que pasan en los canales de la televisión española provoca unos ingresos que engrosan la cuenta de algún indeseable que no duda en aprovecharse de la imagen paupérrima de algunas personas.

Pero esas personas, esos niños tienen su dignidad incólume y debe ser respetada. Son pobres pero no son moneda de cambio para mover a lástima a nadie -¡Pobre negrito, cuántas moscas lleva encima!- y que done dinero para una causa que nadie ha podido comprobar.

Con todo esto no quiero que crean que generalizo mi opinión a todas las ONGs. Las hay muy serias y efectivas pero, curiosamente, no pasan anuncios de este tipo.

Deberíamos mostrar nuestro rechazo a la exhibición, sin ningún pudor, de personas en situación de pobreza, de enfermedad, de miseria, de esclavitud. ¿Por qué no se les pixela la cara como hacen con cualquier menor en la misma o parecida situación en España? ¿Por qué no se exige un consentimiento válido de las personas que aparecen en el anuncio? Claro, es mucho más rentable ver los ojos implorantes de un niño que ver un cuerpo que no te mira y no interpela a tu conciencia.

No me parece un medio adecuado para recaudar fondos. Es sensiblero y manipulador y las dos cosas son inadecuadas para una acción de caridad o solidaridad. Debemos ser solidarios, ayudar a nuestro prójimo -comenzando por el más próximo- pero por convicción no por un impulso provocado torticeramente.


miércoles, 10 de noviembre de 2010

El fantasma de la carretera

            A la salida de Teruel en dirección a Zaragoza hay una recta en la carretera que resulta inusual en nuestra montañosa España. Allí, los que, en los últimos años sesenta conducíamos, teníamos el placer de poder poner el coche a más de cien kilómetros por hora -si el pobre daba para tanto. Háganse cargo Vds. que las autovías no existían –salvo un pequeño tramo en la provincia de Madrid- y de las carreteras nacionales, solo las que fueron reparadas en el famoso plan REDIA de los años sesenta eran medianamente transitables.

            Por lo tanto, cuando salías de Teruel y veías aquella inmensa recta que avanzaba hasta llegar a unos cinco kilómetros del desvío de Albarracín, el pie sobre el acelerador se convertía en plomo y el motor del seiscientos, el dos caballos, el gogomóbil, el biscúter… iba perdiendo el resuello para que, al llegar al final, hubiéramos podido alcanzar los ansiados cien kilómetros por hora como máximo.

            Había ido a Zaragoza a recoger un coche Mercedes  Mi jefe lo adquirió de segunda mano y me pidió que fuera a buscárselo. Al salir de la ciudad llené el depósito de combustible. En la propia gasolinera, un señor de mediana edad, bien vestido –en aquella época se entiende con traje y corbata- y con buenos modales, afablemente, me dijo, mientras señalaba otro coche de alta gama aparcado en un rincón de la gasolinera, que se le había estropeado su automóvil y que precisaba, urgentemente llegar a Valencia. Iba sólo, así que le invité amablemente a que tomara asiento a mi lado.

            Los viajes se hacían largos por el mal estado de las vías y la poca potencia de los coches, y, si alguien te acompañaba, era más llevadero. Por el camino se portó amablemente y me explicó que se dirigía a Valencia porque iba a cerrar un negocio importante y tenía que estar, como muy tarde, al día siguiente.

            Al llegar a la recta mencionada al principio, quise poner a prueba aquella máquina, cuya categoría nunca había catado y, casi seguramente, no volvería a catar. Así que aceleré a fondo y el coche, sin tremolar, alcanzó con rapidez los ciento veinte kilómetros por hora. Velocidad suicida si se tiene en cuenta que el asfalto no se hallaba en buen estado, los arcenes no existían y los cruces directos eran numerosos. Pero no nos pasó nada.

Bueno, miento. Nos pasó. Pasó que, anocheciendo, a mitad de la recta más o menos nos hizo el alto la Guardia Civil y uno de los números me indicó que una de las luces no se encendía. Le expliqué que el auto era recién comprado y ni siquiera era mío pero no atendió a razones. Sacó su libretita y el papel calco -¿se acuerdan Vds. de él? Pues la guardia civil actualmente AÚN lo utiliza en algunos trámites porque no tienen presupuesto para impresos autocopiativos-, me pidió mi documentación y la del vehículo y me puso mi primera multa de tráfico. Yo porfiaba y le mentaba mi condición de asalariado y la consecuencia que, con casi toda seguridad, iba a tener aquello: que la multa me la descontarían del salario, que… El Guardia Civil, con el mostacho reglamentario, no parpadeó, extendió la denuncia, me pasó el papelito, me hizo firmar en el lugar adecuado, se cuadró y se fue hacia su compañero que, pacientemente le esperaba subido en la moto    –no tenían presupuesto para coches, al menos los de carretera.

Proseguimos el viaje, y aquel señor que venía conmigo se me hizo de lo más simpático. Llegamos a Valencia pasada la media noche y encontramos la ciudad bullendo en medio de la fiesta de la Plantá de las Fallas. Reparé en que mi acompañante sólo llevaba una maleta pequeña y le pregunté si iba a casa de algún familiar. Sí, no se preocupe por mí. Es que si no tiene dónde quedarse, hoy y los próximos días será difícil que encuentre hospedaje. Ya le digo, no se preocupe. Ha sido Vd. muy amable conmigo trayéndome. Por eso, le voy a contar un secreto y le voy a hacer un regalo. O al contrario.

Parsimoniosamente, metió su mano en el bolsillo de la chaqueta y sacó una libretita. La dejó un momento a mi vista sin entregármela ¡No podía ser! ¡Era la libreta de multas del Guardia Civil que me había puesto la sanción! Sí, no se equivoca. Es la libreta del guardia, si Vd. tiene su copia y él no tiene la libreta, la multa no puede prosperar. Sencillamente ha pasado a la no existencia.

El estupor de mi semblante le hizo reír. Ya le he hecho el regalo. Ahora le voy a contar el secreto porque no nos volveremos a ver. El negocio que me trae aquí, a Valencia, precisamente en Fallas, es que soy carterista profesional y estos cuatro días son maravillosos para nuestra vieja profesión. Yo no tengo coche pero miento bien y Vd. ha sido muy amable. Para pagarle sus servicios y su cortesía he decidido quitarle al Guardia la libreta: para dársela a Vd. y que no sufriera ninguna represalia por parte de su jefe.

Se dio la vuelta y marchó doblando una esquina. Corrí tras él no sé con qué propósito; preguntarle tal vez algo o volver a contemplarle para saber que no había sido un espejismo. No le vi ya. Había desaparecido entre el gris marengo de la ciudad en aquella hora. Pero tenía entre mis manos la libreta. La guardo aún como un objeto preciado, testigo de algo que no se volverá a repetir.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Pesadilla vital

De la profundidad del sueño me ha sacado la débil musiquilla del teléfono móvil, bueno, no es móvil porque no se mueve si no tengo el vibrador puesto, en realidad se tenía que denominar el portátil pero todo el mundo le llama así, y es que ésta es la forma de crear palabras que luego terminan de imponerse en el lenguaje sin tener mucho que ver con la acepción primera. He sacado la mano del embozo para rozar cuanto apenas el símbolo que dice en el aparato la palabra parar y ha cesado el sonido. Yo no tenía ganas de levantarme y he pensado, por un momento, en seguir allí, haciendo como que no había oído nada y levantarme luego cuando ya tuviera deseos de estar en posición vertical pero no he podido. Ya la melodía había sonado y yo tenía que espabilarme si quería acabar de hacer las gestiones que tenía programadas para esta mañana y que tampoco me apetecía hacer. Me he vestido sin ducharme, no he desayunado y me he lanzado con un portafolios bajo el brazo hacia la calle. La mañana me ha parecido fresca y diáfana pero triste porque tenía que hacer cosas e ir a sitios a los que no me llamaba nada y sentía bajo mi piel la punzada de que todo lo que haría ese día y todos los de mi vida no servía para nada. Pero tenemos que estar aquí, anclados a esta tierra y al asfalto que une unas ciudades con otras para ir realizando quehaceres que ninguna falta hacen y que si no hiciéramos nadie echaría en falta pero que, a pesar de ello, seguimos haciendo. Y ya en la calle he visto un rótulo, en cerámica, con su nombre. En letra dibujada a mano decía calle de los Reyes Católicos y he comenzado a pensar en Isabel, tan enamorada ella según las últimas crónicas históricas pero sin soltar nunca la vara de mando de Castilla, que una cosa es el amor y otra diferente el patrimonio, y en su esposo, Fernando de Aragón, primos me parece que eran y hasta hubo que solicitar la dispensa papal para que se pudieran casar y dicen algunos historiadores que no llegó a tiempo y la falsificaron y luego añaden que sí, que muy católicos los reyes pero no dudaron en falsear los documentos que les convenían, pero luego llegan otros más proclives a la pareja y esos historiadores dicen que no es cierto, que no falsearon nada porque la bula papal llegó a tiempo y no te aclaras y no sabes qué pensar. Y cuando la calle se ha acabado y he entrado en el boulevard a donde me dirigían mis pasos, los edificios han ido inclinándose hacia el centro de la calle, tapando el sol para que no lo viera, creando una bóveda de cemento que impide que entre la luz y eso me hace sentir todo el peso de mis pequeñas desgracias, todas juntas sobre mis espaldas, que voy acarreando sin poder por donde tengo que ir forzosamente porque si no fuera a la fuerza yo no estaría en la calle a esta hora sino en la cama, dándome la vuelta y arreglando las cobijas para no sentir el frío primero de la mañana, que se me mete en los huesos y hace que me duelan pero aun así querría estar allí, poniéndome otra manta que me protegiera de ese frío y ese dolor. En lugar de mis deseos, arrastro mis pies por un boulevard en el que las fincas de los lados hacen una reverencia y llegan a tocar los árboles del centro de la vía pero lo hacen para ocultarme el sol y que me sienta peor. Y al entrar en el edificio oficial donde voy, el segurata me ordena que meta la cartera en el escáner y que pase bajo el arco detector de metales. El segurata no me ha visto, quiero decir que no se ha dado cuenta de quién era yo, aunque tampoco podía percatarse porque no me conocía pero me ha tratado como a un miembro de la manada de los que íbamos entrando en aquel sitio, sin fijarse en nuestras caras, haciendo mecánicamente su trabajo, que tampoco sirve para nada, y dudo que se haya fijado en lo que llevábamos en los maletines porque tampoco estaba atento a su pantallita pero cobrará a final de mes una miseria que es su salario y eso tampoco le justifica para hacer mal las cosas. Dentro del edificio, una pequeña masa humana, cuyo cada individuo llevaba un numerito en la mano, que nos habían dado al entrar, esperaba su turno para hacer los trámites que nos habían llevado allí. La luz era artificial pero el techo se iba bajando poco a poco y me hacía pensar en que era el efecto del edificio que se había doblado hacia el centro de la calle y ese techo pronto caería sobre nuestras cabezas y nos aplastaría y nosotros nos quedaríamos como calcomanías en el suelo pero todos con el numerito en la mano mientras los funcionarios, aplastados sobre sus mesas, congelaban su imagen dando con su dedo al artefacto que hacía que salieran nuestros números en la pantalla, que ya no estaba pues el techo al bajarse también la había destrozado. Pero en lugar de eso que yo me temía, el techo no se ha caído y cuando ha llegado mi número, como un autómata, como todos, he ido hacia la mesa donde un funcionario me ha atendido amablemente pero al que yo no he visto la cara porque tampoco me interesaba. Él no me ha mirado, solo mis papeles y me los ha devuelto con muchos sellos por todas partes, señal inequívoca de que no son falsificados porque ahora vale más un sello que puedes fabricar a tu antojo con un buen programa de ordenador que la palabra de una persona y así nos va en este mundo que ya debía acabarse para mí porque la sensación que tengo es que no voy a durar mucho porque los edificios cuando salga a la calle se habrán inclinado tanto que no podré salir del boulevard y me quedaré allí para siempre, sufriendo una muerte lenta por hambre e inanición, una muerte no buscada pero bienvenida a la que saludaré cuando la vea con mi mejor sonrisa pero cuando salgo a la calle vuelvo a ver el sol porque los rascacielos han recuperado su gallardía y siguen mirando hacia lo alto para desafiar mis sentimientos. Y me tengo que dirigir a hacerme unas pruebas médicas para que descarten una enfermedad fatal, de ésas que no nombran en las noticias cuando alguien notable muere de ella sustituyendo su nombre por el de una larga enfermedad que no dice nada pero que todos comprendemos qué enfermedad ha sido. En el hospital brilla el sol y los enfermos salen a la calle en sus sillas de ruedas y con sus bombonas de oxígeno como si no pasara nada y ellos fueran a vivir siempre y yo también cuando eso no es cierto sino que todos nos moriremos cuando nos toque y a lo peor me muero yo antes que ellos que ya saben que están enfermos. Paso por el arco de la puerta principal y me dirijo a la derecha, al departamento en el que me citaron y allí hay una colección de personas variopintas que solo tienen en común que les van a hacer las mismas pruebas y que unos estarán enfermos y otros no y allí lo descubrirán y unos se asustarán y a otros les dará lo mismo porque, en realidad, ya están muertos y solo pasan por allí para que alguien certifique que se han muerto para poder enterrarlos porque tener que andar e ir de allá para acá estando ya muerto tiene su aquél. Y yo no sé de qué grupo soy ni me importa porque qué más da morirte unos años antes o después si ya nadie hace nada sobre esta tierra contaminada y enferma que por higiene tendríamos que abandonar todos. Entonces sale una enfermera, vestida de blanco, con cofia y todo, que dice mi nombre en voz alta y, como un corderillo manso avanzo detrás de ella y me mete en su despacho y me explica con buenas maneras, pensando, estoy seguro, que hace bien su trabajo, lo que me van a hacer y para qué sirve, cosa que yo ya sabía porque no era la primera vez que iba pero que me da igual el resultado que salga. Y cuando ya termino y el edificio me vomita otra vez al exterior, el sol sigue brillando pero yo no reconozco donde estoy, he perdido los referentes y me asusta estar en un lugar desconocido donde pasan personas a mi lado que no conozco, como siempre, pero ahora es diferente porque tampoco conozco las calles, los edificios y las tiendas… es como si me hubiera equivocado de realidad y saliera a otra ciudad extraña pero pregunto el nombre y es la misma, donde vivo, pero yo no consigo ubicarme porque todo ha cambiado y nada es como antes y entonces ya me tiro al suelo y comienzo a hipar con desconsuelo porque he perdido mi vida, la que yo tenía, que era una mierda de vida pero era la mía y ahora no sé donde estoy ni quienes serán mi mujer y mis hijos y a lo mejor esta vida que tengo ahora es peor que la de antes y eso ya es superior a mis fuerzas y no puedo imaginarlo y grito y me meso el cabello y se forma un corro en torno a mí y llaman adentro, a los celadores que sacan con celeridad una camilla y me ponen sobre ella mientras grito y pataleo y les digo que me dejen, que no tienen ningún derecho, que quiero volver a casa pero no sé cuál es, y me atan con correas y hebillas al tubo de hierro de las angarillas para impedir que me levante y me meten dentro del hospital y recorremos pasillos donde solo alcanzo a ver los fogonazos de las luces del techo mientras los dos hombres fornidos que me arrastran van diciendo a los demás dejen paso, dejen paso y me entran en una consulta donde otro hombre vestido de azul que no sé quien es me habla y no le entiendo y lo veo como un extraño y patético muñeco de ventrílocuo que moviera la boca sin producir sonido alguno y veo que coge una jeringuilla y rebusca en mi brazo inmovilizado por la correa y la sensación de alarma y desasosiego va desapareciendo junto con mi consciencia.

jueves, 21 de octubre de 2010

El abuso en el trabajo

Una señora, inmigrante desde hace años en España, me decía, como comentario a mi anterior entrada, que su esposo se hallaba en situación desempleo debido a que otros inmigrantes hacían el mismo trabajo por un salario muy inferior al estipulado legalmente en el Convenio de aplicación.
Sin embargo, los trabajadores que se avienen a realizar un trabajo con unas condiciones laborales por debajo de los mínimos establecidos en las leyes son también víctimas de la depresión económica. Si la situación económica, personal y/o familiar, se va deteriorando hasta llegar a no disponer de ingresos suficientes para vivir, el trabajador tendrá que ir bajando sus pretensiones hasta que llegue un punto en el confluya con la oferta inmoral e ilegal del empresario. La ley de la oferta y la demanda actúa incluso cuando se halla fuera de la ley.
Ahora bien, estas situaciones podrían evitarse en bastantes casos si las leyes previeran las medidas necesarias para que fuera mucho más difícil saltarse las normas.
Por ejemplo, en el caso flagrante que apunta esta señora, bastaría con que se modificara el Estatuto de los Trabajadores y se dispusiera la prohibición de pagar ningún salario con dinero en efectivo, exigiendo que cualquier abono realizado a un trabajador sea efectuado a través de algún sistema que deje huella: transferencia, cheque, pagaré, etc.
Porque, si seguimos con las normas actuales, cuando un funcionario de la Inspección de Trabajo y Seguridad Social, examina los documentos de la empresa se encuentra con que los recibos de salarios se hallan firmados por el total de los emolumentos que debería percibir el trabajador, con lo que el propio trabajador ha invertido la carga de la prueba. Ya no es el empresario el que debe probar que pagó al trabajador una cantidad determinada, sino que es el trabajador quien, después de firmar aquello, deberá aportar pruebas contundentes de que no fue así y que percibió menos. Lo cual, en la práctica, es una prueba diabólica, es decir, imposible.
Pero no solo en este campo tendríamos una mejora. Sería también deseable en el caso de las indemnizaciones por despido. Cuando uno teme perder su puesto de trabajo es fácil hacer un pacto con él por el que se simula un despido y se pacta el abono de una indemnización –que curiosamente siempre se paga en efectivo, es decir, no se paga- con lo cual la relación laboral se ha interrumpido y el trabajador puede acceder a las prestaciones por desempleo. Días después el empresario vuelve a contratar al trabajador con un contrato a media jornada y el trabajador percibe como subsidio de desempleo la otra media. En el camino ha perdido la antigüedad en la empresa cuando lo correcto habría sido transformar el mismo contrato que tenía reduciendo la jornada. El Servicio de Empleo Público, si se siguen las normas para estos casos también pagará al trabajador la parte de subsidio que corresponda a la jornada que deja de prestar servicios, pero éste conserva su antigüedad en la empresa a efectos de fijar la indemnización en un despido ulterior.
Todos estos casos se harían inviables si se exigiera el ingreso en cuenta o la transferencia del dinero al trabajador y no su entrega en efectivo pues, si bien existe la posibilidad de que el trabajador devuelva al empresario el total o parte del importe de lo recibido, eso se haría en poquísimos casos. Porque ¿quién devuelve algo que ya tiene y que sabe que le pertenece?
Creo que ésta sería una medida a exigir por parte de los sindicatos. Les brindo la idea.

sábado, 16 de octubre de 2010

España, la estructura económica y las medidas del Gobierno.

En mi entrada España y su sistema educativo comencé diciendo que no me parecían adecuadas las medidas económicas que el Gobierno estaba tomando. Un amable lector, Cyberbob, el único que comenta esta parte, me indica que no está de acuerdo con mi opinión porque, según él, nosotros estamos tomando las mismas medidas que todos los demás países occidentales y que, en definitiva, dichas medidas vienen ordenadas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
Perdóneme Vd. Sr. Cyberbob, porque le voy a dar la razón en lo que dice y, a la vez, se lo voy a discutir.
·         Es cierto que España está tomando las mismas medidas que los países de su entorno.
·         Pero ¿está España en las mismas situaciones que estos países? Porque si Vd. a un enfermo de cáncer le prescribe un medicamento determinado y al que está en la cama de al lado, que tiene una neumonía le da lo mismo, a lo peor va y lo mata.
Y España no presenta, ni mucho menos, la situación económica e industrial que tienen los países de nuestro entorno. Francia, Italia, Alemania, Inglaterra, Austria… son países industrializados. España no posee una industria fuerte. Nuestra pseudoriqueza de estos años pasados estaba basada únicamente en estos puntos –todos ellos frágiles:
o   En la euforia que produjo el periodo de bonanza económica que estaba viviendo el mundo y que, por culpa de los productos bancarios mal pergeñados, se ha ido a freír espárragos. Esta situación sedujo a nuestro país y a nuestros políticos, que creyeron que nosotros iríamos a remolque de los demás –como siempre vamos- y que eso sería suficiente para que pudiéramos vivir bien indefinidamente. Es decir, como un espejismo. “Aquéllos van bien pues nosotros seguramente también iremos bien porque tenemos una cercanía geográfica.”
o   En la entrada de inmigrantes: Si, no pongan esa cara. Esa gente que ha venido a ganarse la vida honradamente entre nosotros y que algunos miran con desconfianza, han constituido un incremento de la masa de consumidores. Me da igual que algunos vivan de las ayudas públicas porque el dinero –salga de donde salga- ha hecho mover el mercado interior. Si de repente desaparecieran de España, no digo todos, sino sólo los inmigrantes que no disponen de permiso de residencia y trabajo, nuestra economía sufriría también un duro golpe y nuestros ancianos quedarían muy desprotegidos.
o   En el turismo: desde los años 60, España viene basando la mitad de su economía en el turismo. Pero con la particularidad que hemos tenido tan poca planificación que zonas como Marbella, Mallorca, Ibiza, la Manga del Mar Menor, etc., que, de natural, son preciosas, han sido invadidas por construcciones horrorosas y de medio pelo que han conseguido atraer al turismo más paupérrimo del mundo. Así vemos en Ibiza, en Lloret, en Benidorm… anglosajones jovencitos –que no disponen de un euro para gastar- borrachos como cubas que pasean por la playa el pedo que llevan con el consiguiente malestar de los otros turistas, potencialmente más suculentos. Eso en verano. En invierno, rebaños de ancianos –o nombrados con nuestro eufemismo preferido: personas de la tercera edad o de la cuarta- que no compran prácticamente nada ni comen fuera del hotel ni un solo día de vacaciones que tienen concertado con el Imserso o alguna Agencia de Viajes que se dedica a este tipo de público. España podía haber optado por la calidad y el servicio superior y haberse especializado en un turismo de alta gama que atrajera divisas. Y eso respetando los espacios naturales, evitando la masificación y especializando a los trabajadores que han de servir a los huéspedes. Porque el servicio en las zonas turísticas es malo de verdad. La profesionalidad de los camareros ha desaparecido totalmente y ha pasado a ser la típica de los chiringuitos de playa. Salvo alguna rara excepción. Esto comenzó en la época de Franco pero los gobiernos de la democracia no han hecho más que culminar de forma gloriosa lo que se empezó entonces.
o   En la construcción: ¿Existe industria más falsa que ésta? Enriquece rápidamente a los promotores y a las empresas constructoras cuando hay demanda, como estos años atrás. Pero ¿a qué se debía esta demanda? Pues a la especulación. Creció el número de personas que compraban pisos, apartamentos y chalets, en proyecto o en obra, con el único fin de revenderlos con una ganancia exagerada para la cantidad invertida y el tiempo transcurrido, antes incluso de firmar la escritura de propiedad. Es cierto que los inmigrantes también trajeron más demanda de vivienda pero el boom del sector fue desproporcionado y construido sobre arena (nunca mejor dicho). Todos estos “inversores” han quedado atrapados en una situación difícil pues no han conseguido vender lo que compraron y ahora tienen que hacer frente a una hipoteca que supera el valor que actualmente tiene el inmueble. Creo que nunca los Bancos tuvieron tanta bolsa de viviendas propias por vender, ya que se han quedado, por el valor de lo que prestaron las fincas que financiaron. La construcción no es un bien exportable y solo debe promoverse la edificación en la medida que se necesiten viviendas en la sociedad o infraestructuras en el país.
Nuestra industria no existe a nivel de otros países y lo que son medidas que en aquellos pueden ser una buena idea pues hará que remonten, en un plazo razonable, el bajón económico que tienen, en nuestro país van a conseguir que se hunda un poco más nuestra economía. No tenemos fabricación de automóviles –todo son de patentes y capital extranjero-, ni de bienes de capital ni hemos desarrollado industrialmente ningún invento significativo español o lo hemos hecho en muy pequeña medida. Conozco muy pocas empresas españolas que dediquen parte de sus beneficios a la investigación y al desarrollo de los descubrimientos o inventos. Los que realizan los particulares acaban vendidos a empresas extranjeras que nos los revender a nosotros. Eso tan cacareado del I + D, en la práctica es una entelequia.
Nuestras empresas tienen unas dimensiones tan reducidas que les es imposible acometer una investigación seria y un desarrollo de lo obtenido que tenga repercusión en la economía. Casi todas son oficiales de oficios venidos a más: el albañil, electricista, fontanero, etc. que se constituye en sociedad limitada –pensando siempre en limitar su responsabilidad económica, no en la expansión- y que, en cuanto gana cuatro duros lo primero que hace es comprarse un Mercedes, y que confunde el patrimonio de su empresa con el suyo propio. Como los Reyes antiguos, vamos.
La importancia de un investigador no se mide por el número de patentes registradas sino por las veces que sus trabajos publicados son citados en otras publicaciones, lo que hace caer nuestro sistema en una endogamia difícil de superar: “yo te cito a ti para que tú me cites a mí y así salimos ganando los dos”.
Últimamente, la fabricación está cayendo en picado porque queremos competir en precio –y en eso los chinos y los hindúes nos llevarán ventaja mucho tiempo- y no en calidad. Nuestra única salvación sería el diseño puntero y la calidad exquisita que atrajera compradores de alto nivel.
Sin embargo, las medidas del Gobierno se han centrado en repartir dinero a los Ayuntamientos para que lo utilizaran en ¡obras! Otra vez en obras. Obras que en casi todos los pueblos han sido realizadas con premura e ineficacia y, además, no eran necesarias. O en subvencionar a las entidades de crédito. ¿No tienen accionistas estas entidades? Y si los accionistas son los dueños y han invertido en un negocio y éste va mal ¿por qué tenemos que ayudarlos los que no hemos tenido ni un euro para invertir? Si yo tengo una zapatería y tengo peligro de que me quiebre ¿me ayudan también?
En cuanto a las medidas fiscales y laborales tomadas por el Gobierno, no me gustan un pelo.
ü  No han tocado a las grandes fortunas y así mantenemos a las Sociedades de Inversión de Capital Variable tributando al 1% sobre las ganancias cuando cualquier sociedad titular de una empresa productiva tributa de un 20 a un 33% como tipo fijo. ¿Es lo mismo una SICAV que ha de tener un capital social de al menos 2.400.000 euros, que una pequeña empresa cuyo capital social sea el mínimo, es decir, sobre los 3006 euros? ¿Y por qué tributa aquélla mucho menos que ésta? ¿Será porque los que tienen esos capitales –que teóricamente deben pertenecer al menos a cien personas pero que demasiadas veces en la práctica pertenecen a una familia y los otros socios son hombres de paja- son los más influyentes del país?
ü  No han gravado la posesión de segundas o terceras viviendas que se declaran como vacías –cuando muchas veces están alquiladas pero las rentas no se declaran.
ü  El tramo impositivo más alto del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas comienza en unos ingresos de 53.407,20 que, a mí me parecen muy exiguos para estar gravados con el máximo porcentaje. ¿Es comparable este ingreso anual con el de 36 millones de euros o más que cobran algunos prebostes en entidades financieras o multinacionales? ¿No se podía haber alargado esta escala hasta llegar a rentas mucho más altas? Se han gravado más las rentas del capital poniendo un límite en los 6000 euros para pasar del 19% al 21%. ¿No les parece también un límite demasiado bajo? Solamente que perciban rentas de un piso alquilado ya están en esa cota. Y pagarán Vds. lo mismo –en porcentaje- que el que tenga unos ingresos de miles de millones de euros. No es justo.
ü  Por el contrario, se sube el Impuesto sobre el Valor Añadido que es un impuesto indirecto y, por ende, más injusto que los directos porque grava lo mismo a quien no tiene ningún ingreso que al que tiene más que nadie.
ü  Se ha realizado una reforma laboral que, lejos de ir encaminada, a acabar con la precariedad en el empleo, lo que hace es consagrarla, al flexibilizar las normas que regulan decisiones empresariales sobre condiciones sustanciales de trabajo. Y deja indemne los incumplimientos empresariales culpables, es decir, el empresario que cierra la empresa y deja todos los trabajadores en la calle, no paga a proveedores, debe cuotas a la Seguridad Social y tributos a Hacienda, al día siguiente puede abrir otra empresa con otro nombre, que, desgraciadamente al cabo de un tiempo dejará en las mismas condiciones. En estos casos, yo castigaría al responsable con penas de cárcel porque el patrimonio lo suelen tener a nombre de hijos, nueras, novias o demás.
ü  Se congelarán las pensiones. No me parece justo pues las pensiones han sido como un seguro que el trabajador se ha estado pagando durante toda su vida –porque la parte que recae en el empresario no es más que un trozo de salario que se dedica a la previsión-pero bueno, lo toleraría en las pensiones de cuantía alta pero ¿cuántas hay que superen los 2000 € mensuales, por ejemplo?
ü  Se quiere aumentar la edad de jubilación a 67 años. ¿Han pensado Vds. la causa? Porque cambiaremos los inactivos de grupo. Ahora a los 65 años tenemos que pagarles una pensión. Si siguen trabajando dos años más, lógicamente esos puestos de trabajo –si no se toma alguna drástica medida- harán que un número correlativo de jóvenes no puedan acceder al mercado de trabajo pero, claro, ésos no cobran prestación alguna y al Estado le sale más barato. En Francia se está armando la marimorena porque quieren aumentarla a los 62 años. Comparen.
ü  Estamos protegiendo con subvenciones el patrimonio de algunos particulares que se ha declarado de interés histórico o cultural.
ü  Estamos manteniendo un tipo de organización política que, no solo nos sale carísima, sino que propicia el que las comunidades autónomas gasten a manos llenas, endeudándose sin control porque, al final de la corrida, pagará el Estado central. Salvo algunos Impuestos que han sido cedidos, el resto lo sufraga el papá Estado. No me opongo a la organización de España en Estados Federales –no me gusta un pelo tampoco …- pero que se autofinancien, porque demasiadas veces las concesiones a una comunidad autónoma han solucionado un problema del gobierno que afecta a toda España. Y el ejemplo lo tenemos en la concordia alcanzada entre el gobierno y el PNV para la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado de 2011. No es que al PNV le gusten los presupuestos más que a los demás o que los encuentren acertados, es que les han prometido algo que no han prometido a los demás.
ü  Se está queriendo limitar el endeudamiento de los Ayuntamientos y lo encuentro una buena medida pero ¿es que la gente no se da cuenta que los Ayuntamientos y las Administraciones autonómicas han sido el sitio natural adonde han ido a parar, como funcionarios, primero interinos y después de plantilla, los amigos del Alcalde o de los gobiernos autonómicos? Hay pueblos cuya plantilla municipal ha aumentado en un 4000% y su población, en el mismo periodo, solo un 50%. Pero vaya Vd. a arreglar alguna cosa a ese Ayuntamiento y le dirán que no está la persona que lo lleva y tendrá que volver otro día, y, si protesta, como respuesta encontrará un encogimiento de hombros del funcionario que se lo está diciendo. Y si se muere ¿qué hacemos? Lo que quiero decir es que el incremento de funcionarios no ha tenido como consecuencia una mejora en la atención del público sino que, en muchas ocasiones, ha sucedido justo lo contrario: se han vuelto más prepotentes que antes.
ü  Se ha rebajado el salario de funcionarios y se rebajará también el de los trabajadores. Ya lo ha dicho Díaz Ferrán, que la solución está en trabajar más y ganar menos. ¿No indica la calaña del empresariado español el que este señor, quebrado y que ha dado el cerrojazo en sus empresas, siga siendo el presidente de la CEOE, el organismo que los representa? A mí si fuera empresario me daría vergüenza que me representara. Pero ahí está. Eso quiere decir que sus compañeros empresarios encuentran bien lo que ha hecho.
ü  No se ha intentado, de ninguna forma, incrementar la productividad del trabajador. ¿La causa? Eso no depende del trabajador sino del empresario que ha de invertir en bienes de capital para que la producción/hora aumente en sus empresas. ¿Forma de combatir el que no pueden competir en precios? Pues ahogar al más débil: el trabajador. ¿No podrían unir capitales con el fin de realizar más inversiones en las empresas y poder incrementar la competitividad? De hecho, las Leyes de Sociedades –Anónimas y de Responsabilidad Limitada- ordenan una serie de reservas económicas que no se pueden gastar. Pidan, si quieren hacer el experimento, los balances de dos o tres empresas al Registro Mercantil –cuesta dinero- y verán como esas reservas brillan por su ausencia en muchísimos casos.
ü  ¿Se ha reforzado de alguna forma las inspecciones –Hacienda, Trabajo, Sanidad, etc.- para evitar el fraude? NOOOOO. Lo único que se está haciendo es maquillar los números de las estadísticas para poder decir en el periódico, cuando dan los datos resumen del año, que se han realizado un porcentaje más elevado de inspecciones. Pero, como siempre, las matemáticas son lo más engañoso del mundo: no nos dicen cómo han sido esas inspecciones ni en qué han consistido. Muchos de Vds. se llevarían un chasco si supieran la verdad.
Creo que no es menester que siga. Una medida que en un país, cuya estructura económica y productiva es adelantada, puede tener una virtualidad elevada, en el nuestro puede ser incluso contraproducente. Nuestro problema no es coyuntural sino estructural.
Se está tratando de gravar peligrosamente a las clases medias, no tocar a las altas, ayudar al poderoso y presionar al débil. Y menos mal que todo esto lo hace la izquierda porque si lo hiciera la derecha, las manifestaciones serían diarias. Así, con una huelga cuyo seguimiento real nadie se ha molestado en notificarnos una vez se ha sabido, se ha arreglado todo y a nadie le preocupa más. Bueno, sí, les preocupa que gane su equipo de futbol el domingo.
España basa su riqueza en los servicios no exportables y así no conseguiremos nunca tener una balanza de pagos provechosa.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Precisiones sobre los colegios españoles

A la vista de los comentarios que ha suscitado mi última entrada en El Mirón, quiero hacer una puntualización en cuanto al tema de la escuela pública/privada:

Escuela concertada: Un lector me indica, amablemente, que es defensor de la escuela pública y que el que quiera una educación de élite para sus hijos que se la pague de su bolsillo.

o    En primer lugar no es cierto que en la enseñanza concertada se haga una elección de los alumnos en función del nivel de sus conocimientos. Se admite a todos por igual. Lo que pasa, y eso es lo que creo que quiere decir mi lector es que no todos los niños pueden ir a esos colegios concertados. ¿Por qué? Pues porque hay gastos que, aunque la enseñanza esté concertada, encarecen de tal forma la asistencia, que es prohibitiva para ciertas clases sociales. Por ejemplo, el autobús escolar y el comedor. Uno pregunta por los precios, le dicen que la enseñanza es gratuita pero que el niño ha de quedarse a comer y pagar el autobús –porque el centro escolar está situado en las chimbambas- y ya no pide la plaza. Si existe alguna discriminación en el ingreso a esos colegios, los padres pueden denunciarla en la Inspección de Educación correspondiente. No es que me guste esta situación pero hay que calificar los hechos como son.

o    En segundo lugar, hay que tener en cuenta que toda esa red de colegios privados –que no todos son religiosos- que existían en España les han venido muy bien a las autoridades porque el desembolso que tendrían que haber realizado para ofertar plazas públicas para todos era enorme comparado con la simple subvención del costo de las plazas, porque en esa subvención no se incluye la amortización de las instalaciones ni otros gastos. Por lo tanto, ha sido el propio gobierno al que le ha venido bien tener toda esa oferta de plazas escolares montada y en pleno rendimiento. También es cierto que a los propietarios de los colegios en esta situación también les ha venido bien la subvención porque, de no haberla tenido, estoy seguro de que habrían perdido algún cliente –no todos ni mucho menos.

o    En tercer lugar, no estoy de acuerdo con su manifestación de que “el que quiera una educación de élite que se la pague” porque lo que yo pretendo es que la educación de élite sea precisamente la pública y que la gente se pelee por una plaza pública, no por su gratuidad sino por su calidad. ¿O es que el hijo de la portera no merece las mismas oportunidades que el del notario que vive en el sexto piso de la misma finca? Miren Vds., por poner un ejemplo paralelo, la mejor sanidad pública del mundo en estos momentos es la española y eso se nota en que, aunque existe la privada, la gente, cuando está enferma de verdad, quiere que lo lleven a un hospital de la Seguridad Social. El rey de Suecia envió a sus hijos al colegio público que le correspondía por el distrito donde tiene el palacio. Eso me gustaría a mí, que los políticos, los famosos, los ricos –grupos que no siempre coinciden en su contenido- y la familia real no tuviera a menos el llevar a sus hijos a un colegio público. Y solo cuando hubiera carencia de plazas se hiciera una selección de los menos afortunados económicamente para que los más afortunados, que pueden pagarlo, llevaran a sus hijos a otros colegios. La educación de élite que sea la pública.

o    En cuarto lugar, no me molesta que haya centros de élite y, en este caso no me refiero a la calidad de la enseñanza, sino al pijerío de los que asisten a ellos, y, en este caso, pienso que, si se lo pagan ellos, que hagan lo que quieran, incluso establecer un sistema de ingreso mediante un examen que elimine a los menos adelantados –cosa que hoy en España está prohibida y no llego a entender la causa.

o    En quinto lugar, no me gusta nada –y en esto no se mete mi interlocutor- que la enseñanza religiosa se imparta en las aulas de los colegios públicos. La religión se enseña y se vive en casa y en la parroquia. Las plazas de profesor de religión, de la confesión que sea, en los colegios públicos que pagamos entre todos, no son elegidos mediante un sistema de acceso libre y con igualdad de oportunidades sino por nombramiento “digital” de los dirigentes de  la propia confesión. Y además, salvo raras excepciones, no suelen impartir religión sino que la clase se convierte en una conversación masiva y poco esclarecedora sobre temas de actualidad –eso en el mejor de los casos- y al alumno no se le exige ni un mínimo examen para aprobar. Así y todo, los interesados piden que se tenga en cuenta la nota en dicha asignatura para los expedientes académicos lo que me parece, además de interesado, absurdo.

o    En sexto lugar, lo que sí me gustaría que existiera es una asignatura, obligatoria para todos, de “Historia de las religiones”, que sin pretender el adoctrinamiento de nadie, enseñe a nuestros hijos el fundamento de nuestra cultura actual que bebe en las fuentes grecolatinas –con su mitología y su filosofía religiosa- y judeocristianas –con su historia sagrada y sus valores- y diera un repaso más somero por las principales religiones del mundo. Ahora que en nuestro país, las aulas son un mosaico de nacionalidades y religiones diferentes, serviría para que nos comprendamos un poco más unos a otros y los niños entiendan que las religiones no deben separar sino unir a las personas. Pero en ese caso, lógicamente, el profesor que la impartiera debería ser un funcionario como cualquier otro maestro y con el mismo sistema de ingreso, especialista en el tema religioso. Y tener cuidado, porque en los acuerdos del Estado con la Iglesia Católica, está el que en las Facultades de Teología que ésta posee, cuando los alumnos acaban de cursar lo que en el mundo eclesiástico se llama Bachiller en Teología pueden solicitar del Ministerio de Educación que se les expida el título de Licenciado en Ciencias Religiosas, cuando, en realidad, lo único que han estudiado ha sido religión católica –he mirado por Internet el programa de diferentes Facultades y en ninguna he encontrado ni siquiera una asignatura que se llamara, pongo por caso, “Religiones comparadas” o algo así. La Licenciatura debería ser en Religión Católica.

viernes, 8 de octubre de 2010

España y su sistema educativo

El Gobierno español ha tomado una serie de iniciativas fiscales y laborales que, en su opinión, tendrán el efecto de sacarnos de la depresión económica en la que estamos sumergidos. Yo lo dudo mucho.

Cuando en la televisión se dice, en tono de júbilo, que este u otro mes ha descendido el número de trabajadores que pasan a estar en situación de desempleo, no puedo menos que sonreírme amargamente. Porque no hablan de que baje el paro sino de que los que ingresan en la situación de parados son menos que el mes anterior. Y eso como todas las cifras es interpretable. Está claro que el paro sigue subiendo pero que lo haga en menor medida puede ser debido a que el país se recupera (respuesta falsa) o porque ya van quedando menos puestos de trabajo de los que el empleado pueda ser despedido. Se acabará completamente el número de trabajadores que quedan en situación de desempleo cuando se hayan destruido todos los puestos de trabajo y estemos todos en desempleo. ¿También nos lo notificarán con alegría?

Las medidas tomadas por el Gobierno y las que dice que piensa tomar son mínimas en comparación con lo que nuestro país necesita. Y es que, según mi pobre opinión de persona que va por la calle y oye comentarios y ve la televisión y lee las leyes y los periódicos pero no está dentro de ninguna organización política, la situación por la que estamos atravesando es muy grave, más de lo que la gente se piensa. Y, además, estamos perdiendo el tiempo en aplicar cataplasmas en el ombligo a un enfermo que se nos muere de cáncer de pulmón.

Porque, señores, la economía española está asfixiada y no se le ofrece aire nuevo. Por mucho que el gobierno flexibilice la contratación, si el empresario no gana dinero no va a contratar a nadie, así que el camino no es ése.

A mi pobre entender, tendríamos que comenzar una serie de medidas que habrían de incidir profundamente en varios campos.

Hoy trataremos el de la educación: No paramos de reformar la regulación de la enseñanza y cada día nuestros jóvenes aumentan su tasa de fracaso escolar real. Me da igual que las estadísticas digan que aprueban más porque compruebo diariamente que chicos que ya realizan estudios universitarios no son capaces de leer en voz alta correctamente ni de escribir sin faltas de ortografía. Y mucho menos de memorizar algo. No estoy pidiendo que volvamos al sistema de enseñanza basado en la memorización de los textos, sin crítica ninguna, pero la memoria, en su justa medida, es necesaria. Por ejemplo, es imprescindible saberse de memoria el abecedario porque, de lo contrario, uno no sabe buscar una palabra en un diccionario.

Cuando un chico llega a la Universidad, después de haber aprobado la educación primaria y el bachillerato, ha de tener ya una buena base de enseñanzas fundamentales como lenguaje, matemáticas, idiomas, etc. Después ya cada uno elegirá la carrera que quiera para especializarse en un campo u otro.

En las escuelas hay que volver a primar el esfuerzo de los discentes y la dedicación de horas al estudio. Y que vuelva la disciplina a nuestras aulas y a las familias porque a los chicos de ahora –salvo honrosas excepciones- no se les han impuesto límites y consideran que todo les está permitido en el momento que quieran. Luego vienen los problemas de chicos que agreden a los profesores o incluso a sus propios padres.

Por otra parte, hay que potenciar la Formación Profesional. Hoy en día es mucho más difícil encontrar un buen tornero o fresador que un Abogado o un Médico.

Ahondar más en las dos vertientes que tenemos en la misma:

·         la Formación Profesional que se imparte en los institutos debe ir encaminada a aquellos jóvenes que no quieren estudiar muchos años para poder acceder, más rápidamente y en mejores condiciones, al mundo laboral. Pero estos jóvenes han de saber estudiar. No se puede enviar a esta Formación Profesional a aquellos que suspenden asignaturas y no acceden al Bachillerato. Es un error y muchos de ellos abandonan los estudios por ser demasiado teóricos.
·         Para aquellos alumnos que no han sido capaces de acabar con un nivel aceptable su educación primaria, deberían habilitarse muchas más plazas en Escuelas Taller o Casas de Oficios, en las que la formación profesional es mucho más práctica que teórica y conseguir que aprendan un oficio. Seguramente les gustará mucho más y su aprovechamiento será mayor.
¿Por qué han desaparecido las escuelas de aprendices de las grandes empresas? Hace años muchas empresas disponían de una escuela donde formaban, de forma eminentemente práctica, a los trabajadores que luego contratarían. ¿No se podría estimular su puesta en funcionamiento?

            Por otra parte, nuestro sistema educativo debería contemplar, de forma real, que aparte de que existen niños y jóvenes con dificultades para el aprendizaje, también existen genios que son superdotados intelectualmente o tienen una capacidad especialmente alta para alguna actividad determinada –música, matemáticas, deporte, etc.- y esos chicos necesitan una estimulación de sus capacidades para que alcancen su máxima cota de desarrollo. Muchos de ellos acaban suspendiendo y no llegando siquiera a finalizar los estudios de Bachillerato porque son verdaderos inadaptados en las aulas. Lógico, se aburren y el sistema no sabe ofrecerles un ambiente interesante para ellos.

En la educación universitaria tenemos un problema de masificación. Hay aulas donde existen 500 alumnos ¿Puede hacerse algo más que explicar la asignatura y que los alumnos oigan la explicación? El profesor ni siquiera puede conocerlos y mucho menos trabajar con ellos. Además, en algunas facultades, el alumno puede elegir su profesor y esta opción que podría ser una ventaja para aprender con los mejores maestros, acaba siendo una forma de escaquearse del estudio porque mayoritariamente se eligen aquellos profesores con los que es más fácil aprobar. ¿Por qué? Porque no se tiene interés de aprender sino solo en sacar el título, con lo cual el problema se traslada al mundo de los valores: hemos enseñado a nuestros hijos que es bueno tener un título aunque no se sepa nada. Por otra parte, el sistema de selección de alumnos, teniendo en cuenta solamente la nota y sin hacerles la más mínima entrevista, hace que muchos elijan la carrera que más beneficios económicos les vaya a reportar sin importarles si les va a gustar lo que hagan en el día a día. Y así conseguimos hacer profesionales sin ningún amor a sus profesiones, lo que es la antesala del trabajo mal hecho.

Y ellos han de ser los políticos y los profesionales del futuro. Si no tienen una escala de valores bien formada y no han aprendido con gusto y aprovechamiento las técnicas de su profesión ¿creen Vds. que podrán dirigir algo con honestidad y competencia?       

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Huelga a la española

En el artículo 28.2 de nuestra Constitución se reconoce el derecho de huelga a los trabajadores para la defensa de sus intereses y después remite a la ley para que ésta fije las condiciones del ejercicio de ese derecho. No voy a entrar en si el Real Decreto-Ley 17/77 regula el derecho a la huelga de forma adecuada. Es la ley que tenemos y, mientras no se cambie, hay que respetarla. Uno puede no estar de acuerdo con ella pero tiene el deber de respetarla.
Mi reconocimiento a todos los trabajadores que, en el día de hoy, han decidido hacer huelga para la defensa de sus intereses, es decir, para que el Gobierno retroceda en la nueva regulación laboral que ha realizado.
Ahora bien, no estoy nada de acuerdo en algunas cosas:
·         La fecha de la ejecución de la huelga: ¿Por qué no se convocó la huelga cuando nuestros parlamentarias estaban discutiendo el texto de la nueva regulación laboral? ¿Será porque la huelga general estaba pactada de antemano con el Gobierno para que éste pudiera sacar adelante la restricción de derechos que pretendía y los Sindicatos quedaran bien ante la opinión pública? Porque no es lógico que la huelga se haga cuando ya está muerto el cerdo. Ahora ya no va a revivir. El Gobierno no puede dar marcha atrás en una decisión que ha tomado –que a mí personalmente no me gusta nada porque no va a ser efectiva- so riesgo de que les tomen a todos por un grupo de paranoicos desnortados. Como no lo son, no pueden desdecirse de lo que propusieron al Parlamento y éste aprobó. Si una huelga debe anunciarse con cinco o diez días de antelación –según se trate de una empresa privada o un servicio público- ¿por qué la tardanza que comento? Según mi opinión es una huelga a destiempo, solo para lavar la cara de los Sindicatos que no supieron o no quisieron oponerse, de forma contundente, a la reforma laboral. Lo que, por otra parte, es lo más lógico del mundo, dado que es el Estado quien paga mayoritariamente sus salarios.
·         La forma de realizarse: El art. 6.4 del Real Decreto-Ley citado establece que “Se respetará la libertad de trabajo de aquellos trabajadores que no quisieran sumarse a la huelga” y el art. 6.6 de la misma norma que “Los trabajadores en huelga podrán efectuar publicidad de la misma, en forma pacífica, y llevar a efecto recogida de fondos sin coacción alguna”. Sin embargo, estoy oyendo las noticias y la huelga, pese a los mensajes de tranquilidad que nos lanzan miembros del gobierno interesados en minimizar los altercados, ha producido ya detenidos, cargas policiales, cortes de carretera, barricadas, rotura de lunas de autobuses, y diversas amenazas y acciones violentas contra aquellas empresas y trabajadores que han decidido no seguirla. No hay cosa que demuestra más que una convocatoria de huelga no ha tenido éxito que la necesidad de imponer su ejercicio a la fuerza. En la huelga de usuarios de tranvías de Barcelona, en plena dictadura, nadie fue obligado a realizarla, y fue masiva. Tanto lo fue que el Ayuntamiento se vio obligado a bajar el precio del billete.
Esta mañana me ha dado una vuelta por el barrio en el que resido. Un barrio con mucho comercio pero no céntrico, y he podido comprobar que todas las tiendas permanecían abiertas y, aunque había menos público que de costumbre, los usuarios se llegaban a las mismas con toda normalidad. He preguntado sobre piquetes y todos contestaban que habían pasado la voz de alarma de que iban a venir pero que habían pensado que ya cerrarían cuando les obligaran.
En contraste con esto, he preguntado a varios trabajadores si hacían la huelga o estaban trabajando y todos me han dicho que de huelga nada, que iban a trabajar y solo uno me ha comentado que, al preguntar en su empresa, si podía hacer huelga, le contestaron que era su derecho pero que pensara que perdería el salario del día y podrían “echarlo a la calle” –cosa totalmente ilegal- , con lo cual ha decidido ir a trabajar. Es decir, no conozco un solo huelguista.
Entre los funcionarios y demás trabajadores públicos, aunque las medidas del Gobierno no deben haber sido muy populares, no creo que haya cundido el paro huelguista, mayormente porque si ya les han rebajado el sueldo en una media del 5%, no creo que estén dispuestos a perder el salario de un día entero de trabajo, máxime cuando en ese descuento incluyen la parte proporcional de pagas extraordinarias y vacaciones. Lo que sí habrá habido es gente que ha hecho la huelga mentirosa, es decir, no ir a trabajar con lo cual sus compañeros han pensado que estaban de huelga pero han acudido al médico de cabecera a por un justificante que indique que no se hallan bien de salud para ir a trabajar. Así cobran el sueldo y quedan bien. Pero no son huelguistas ni pueden contarse en las estadísticas.
Si oímos al Gobierno, la huelga casi no tiene seguidores; el Ministro Corbacho  ha dicho que alcanza al 7,48%, lo que es un fracaso en toda regla. Si oímos a la UGT o a CCOO, la huelga ha sido todo un éxito y cifran la participación en un 75%. ¿Cómo se explica uno esta disparidad de datos? Es inexplicable, y contribuye más aun a que el ciudadano de a pie no se fíe ni de unos ni de otros, porque una de las partes miente y, lo más seguro es que mientan las dos. No podremos tener datos fiables de quién ha secundado la huelga de verdad hasta que la Tesorería General de la Seguridad Social pueda haber recibido todas las comunicaciones de las empresas en las que se informe de qué trabajadores han secundado la huelga y cuáles no. Y para ello hay un plazo de seis días. No estaría mal que la Tesorería, una vez conozca todos los datos, dé información al respecto, porque esa sería la única fuente fiable sobre el seguimiento real de la huelga.
Y para acabar me hago una pregunta que seguramente nunca nadie me contestará. Supongo que hoy los sindicatos que hayan alentado a hacer la huelga – como empresarios que son de sus propios trabajadores, éstos pueden elegir entre hacerla o no hacerla- permanecerán cerrados y, al menos una parte de su personal, estará efectivamente de huelga, salvo que los hayan coaccionado para que todo el mundo la haga, o bien también podría arreglarse de otra forma: “hoy cerramos para dar ejemplo pero no os preocupéis que no descontaremos el salario a nadie. Pero hay que hacer el paripé para que nadie nos mire mal”. De verdad que agradecería que los sindicatos que han propugnado la comisión de la huelga enseñaran públicamente, a los periódicos, a la televisión, a las radios, la comunicación de los huelguistas a la Tesorería y después el TC-2 donde conste un día menos de trabajo de los mismos trabajadores que figuraban en aquella relación, aunque tachen los números de DNI y NAF y los nombres, por aquello del respeto a la intimidad.
Y es que, fíjense, no me fío un pelo de nadie…