Ya me esperaba una reacción del Partido Popular como la que
está teniendo. Me imaginé que la crisis la pagaríamos nosotros, los españoles
de a pie. Pero, la verdad, no creí que fueran tan lejos ni tan descaradamente.
Me enfurecían los socialistas con su falta de actividad, esa
dolce far niente que les llevó a
negar la crisis durante largo tiempo para no tener que tomar ninguna medida.
Era preciso tomar medidas, sigue siendo preciso tomarlas
porque, desde luego, las que está tomando el PP lo único que van a conseguir es
dividir otra vez a España en dos partes: los ricos y los pobres. Los que tienen
todos los derechos y los que no tienen ninguno. Porque de forma chulesca y
desafiante nos van a ir despojando de todos y cada uno de nuestros derechos. Y
no crean Vds. que los que aun tenemos un salario fijo y un empleo estable vamos
a quedarnos fuera de la masacre, todos sin excepción engrosaremos las filas de
los desharrapados y nuestro único derecho será servir al gran capital.
Lean el Manifiesto Comunista de Marx y Engels (se lo pueden
bajar gratis de Amazon) y cambien “Burguesía” por “Grandes capitalistas” y “sistema
productivo capitalista” por “globalización” y verán que el análisis socio
económico que allí hicieron estos dos filósofos sigue vigente en todos sus
puntos.
Pero no pongan sus esperanzas en otro partido político. No
existe ninguno que luche por nuestros intereses. Nos lo dicen pero no es
cierto, todos reman para adentro de su casa. ¿Dónde estaban los partidos de
izquierdas cuando se aprobaron las normas para que en 7 años (la quinta parte
del tiempo exigido para los demás) tuvieran una pensión que viene a ser el
doble que la máxima en la Seguridad Social? ¿Cuándo nos informó nadie de que se
estaban aprobando prebendas injustas por agravio comparativo con el resto de la
población? Que yo recuerde, nadie tuvo la ética de decirnos: “Vamos a hacer
esto ¿estáis conformes?”.
Las medidas que toma nuestro gobierno en connivencia con los
grandes capitales y con la aquiescencia de Merkel, que ha usurpado las
funciones del Presidente de la Unión Europea y de su Consejo, por si solas no
van a traer más que un agravamiento de la depresión económica para un país como
el nuestro al que le falta industrialización. Nuestros capitales gustan de la
especulación no de la producción y por tanto quieren ganar en unos días lo que
se tendría que ganar en años.
Solo he visto medidas de recorte de derechos para nosotros y
ninguna otra medida que aliente la exportación o la investigación y desarrollo
de una industria de bienes de capital, que limite beneficios empresariales, que
remedie la duplicidad de administraciones y suprima los cargos y asesores
inútiles cubiertos por medios nepotistas. Parches de ningún calado que a corto
plazo nos empobrecen más (siempre a los mismos) y que a largo plazo no han de
tener ningún resultado positivo.
Para encajarnos estas “reformas” nos mienten como si
fuéramos subnormales y demuestran, cada vez que salen a la palestra, una
prepotencia digna del peor dictador. Franco a su lado, una monjita de la
caridad. Lean el magnífico artículo de Juan José Millás:
Toda esta preocupación en convertirnos únicamente en
elementos de producción de sus beneficios, unida a la impresión de impunidad
que se percibe para algunas conductas (ya se ha inventado un nuevo verbo:
urdangarinear: dícese de aquel que comete estafa y engaño amparándose en la
protección de una personalidad relevante), a la corrupción que parece
generalizada en todos los ámbitos y a la descomposición de las instituciones,
crea en el ciudadano una sensación de malestar, de pertenecer a un país de
sainete que nunca será nada en este mundo más que el destino del turismo
pobretón y maleducado de la Europa rica.
Impotencia es lo que tengo de ver que la gente de mi país
seguirá votando a uno de estos partidos que, engañándonos con sus palabras,
cada vez nos aprietan más los tornillos y simultáneamente se los aflojan para
ellos.
El cariz que toma la política es sombrío. Y nuestro destino
incierto.