lunes, 7 de marzo de 2011

Las revueltas árabes


Me gustaría saber qué es exactamente lo que quiero comentar hoy y no sé por dónde comenzar. El panorama mundial es tan lúgubre que, cada vez que lo pienso, me echo a temblar.
Un mundo dividido siempre en dos facciones, una de las cuales domina y la otra sufre. 

Hemos asistido estos días a revoluciones en países árabes; un día empezó en Túnez y como si explotaran por simpatía luego han surgido en los otros países de alrededor. No sé qué pasará en Libia. Si Gadaffi vuelve a imponerse, los muertos se contarán por miles. Si pierde, él y toda su familia, y alguien más también, pasarán a mejor vida.

Los medios de comunicación nos están vendiendo todas estas revueltas como el grito del anhelo de libertad y democracia del pueblo llano. Yo, pesimista como siempre, no me lo acabo de creer. Qué raro me parece que todos los países, como una bomba de racimo hayan ido explotando de forma escalonada. Parece que si la cosa iba bien en uno se hacían el ánimo en otro y así sucesivamente.

Quizá se convoquen elecciones libres y gane quien mejor sepa marear la perdiz, como siempre. Pero ¿no estarán detrás de estas revueltas los islamistas más conservadores que, vestidos de piel de cordero se presentan como libertadores para luego someter al pueblo a una dictadura religiosa? Porque el pueblo es fácil de manipular, eso lo vemos todos los días. No sería la primera vez. No olvidemos que Hitler subió al poder como resultado de unas elecciones en las que su partido fue el que más escaños obtuvo aunque no llegó ni de lejos a la mayoría absoluta, y luego pasó lo que pasó.

Francamente, creo que las revoluciones acaecidas han sido previamente planeadas y se han ido haciendo pruebas. Se comenzó por Túnez el país en el que sabían que iban a tener una menor feroz oposición por parte del gobierno. Si eso salía bien... seguirían. Es difícil de creer que esto sea algo espontáneo que ha ido prendiendo en los demás estados.

Que Dios nos pille confesados si lo que temo ocurre porque vamos a tener el Mediterráneo llena de fanáticos religiosos con los que no cabe diálogo alguno. Y ojalá me equivoque.

Porque nosotros, los llamados países ricos –entre los que lamento desilusionarles ya no nos encontramos y tardaremos mucho tiempo en volver si es que lo hacemos algún día- estamos dejando que pasen las cosas y lo único que se nos ha ocurrido es venderles armas a todos los bandos (el negocio es el negocio) para que se maten más a gusto, encarecer el petróleo (para que ganen más las petroleras, que nunca benefician a los naturales de los países donde operan sino a las grandes potencias) y que suban los alimentos (que les proporcionamos en una gran parte nosotros también, es decir especulamos). A las grandes potencias les ha venido muy bien todo esto: harán tres suculentos negocios: armas, petróleo y alimentos. Si la población pasa hambre o son masacrados por un Gadaffi enfadado y triunfante, ya les da igual: entonces se aplica la política de la no injerencia, salvo que afecte a los intereses económicos. Entonces se interviene. Los demás países, los que poco podemos hacer, ni siquiera dejamos constancia de que no estamos conformes. Pero, claro, es que nosotros en la medida que podemos hacemos lo mismo –somos proveedores de armas de muchos países en guerra constante e igual se las vendemos a un bando que a otro- y lo demás no nos interesa porque pasa lejos.

Y si en el interior somos tan permisivos con la honorabilidad –o mejor dicho, la falta de honorabilidad- de nuestros políticos, ¿por qué nos iba a importar lo que pase unos kilómetros más allá?

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