lunes, 2 de mayo de 2011

La pobreza de vocabulario


Ayer leí en la prensa una frase que me llamó la atención:  “¿Y qué ventajas supone revertir la incapacidad de concebir del varón...?”
Llevo ya algún tiempo percatándome de que se está confundiendo el concepto de “concebir” y el de “engendrar”, utilizando ambos términos indistintamente para la capacidad reproductora de los dos sexos. Como si fuera sinónimos.
Nada más lejos de la realidad. Parece mentira como profesionales de la palabra confunden los términos y plasman por escrito una barbaridad de esta naturaleza. El varón jamás podrá concebir porque, según el Diccionario de la Real Academia Española, concebir es “quedar preñada una hembra” por lo que a menos que se modifique genéticamente al varón para que pueda quedar preñado, tal hazaña le resultará imposible.
Pero también he oído en infinidad de ocasiones que una mujer ha engendrado un hijo. Cosa imposible por cierto ya que la palabra engendrar se define como “procrear, propagar la propia especie, causar, ocasionar”. ¿Quién causa la preñez de la hembra? El varón únicamente. Así que engendrar será privativo del varón.
También ayer en la televisión, mientras daban la noticia de la beatificación del anterior Papa, Juan Pablo II, oí al reportero que decía, eufórico, que ya era beato y pronto sería santo. Pues bien, tampoco es cierto. La beatificación supone el reconocimiento de que esa persona está en el cielo pero no es constitutivo para nada. ¿Cuántos santos anónimos están en el cielo? Pues me imagino que muchísimos y para su culto se señaló el día de Todos Santos. Pero el Papa ni crea ni destruye santos, tan solo reconoce que lo son. Cierto es que la propia Iglesia confunde a los fieles declarando primero la beatitud y después la santidad pues, si realmente significa que una persona ha alcanzado el cielo, en un solo acto tendría que valer. La declaración en cuatro etapas de Siervo de Dios, Venerable, Beato y Santo son solo estadios diferentes de culto. Como Siervo de Dios, la Iglesia permite que se inicie el proceso de canonización, como Venerable se le reconocen virtudes heróicas, como Beato se le puede rendir culto en la provincia eclesiástica y como santo se le rinde culto en la Iglesia universal. Pero en ningún caso la declaración de ninguna de estas categorías “mete” a nadie en el cielo. Se reconoce que están, nada más. Por lo tanto, no podemos decir “lo han hecho santo” sin entender “lo han reconocido como santo”.

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