sábado, 26 de junio de 2010

La matanza de Alcántara

-         ¿Y dice Vd. que hace tres años de la matanza?
-         Sí, señor, de la matanza hace exactamente tres años porque fue al comienzo del verano. Fue muy fuerte porque participó todo el Ayuntamiento.
-         ¿Y mataron a muchos?
-         Pues no recuerdo bien, pero tres seguro. Los metieron aquí en la Iglesia y los mataron. Estaba también el Alcalde.
-         Pues, fíjese, que leo todos los días el periódico y yo no recuerdo ninguna noticia. Me habría llamado la atención.
-         Pues no saldría en el periódico pero la matanza fue aquí.
-         ¿Y de qué partido es el Alcalde?

No puedo dar crédito a lo que me están diciendo. Con nosotros –vamos dos matrimonios amigos- visitan también la Iglesia de ... en Alcántara, un grupo de cinco suizos, cuatro de ellos que no hablan castellano y otro que les traduce las palabras de la guía. No entiendo lo que les dice pero, por las expresiones de sus caras, veo que su perplejidad es igual a la nuestra. A mí me vienen a la cabeza los sucesos de Puerto Hurraco.
 Hemos venido a visitar Alcántara por su maravilloso y bien conservado Puente Romano y hemos pensado en quedarnos a comer y seguir viendo los diferentes monumentos dignos de conocer.
 La Iglesia de ... la enseña una guía municipal. Nos va contando la historia y nos dice que las tropas de Napoleón la utilizaron como cabelleriza de sus cabalgaduras, que el edificio ha sufrido muchas tropelías a lo largo de la historia y que la última fue una matanza, de gran repercusión en la comarca, que tuvo lugar allí. Lo dice con el semblante sereno e impertérrito, como si no fuera con ella, como si le pareciera mal, pero no por lo muertos sino por haber utilizado un lugar sagrado como aquel para semejante desaguisado.
 Los suizos ponen cara de espantados y hablan entre ellos. Yo le digo a la mujer de mi amigo que es la primera noticia que oigo sobre aquella matanza. La guía cambia de tercio y sigue explicando la historia del edificio. No puedo dejar de pensar en el asesinato cometido allí mismo y cuando los suizos se apartan del grupo para seguir repasando la nave vacía, abordo a la guía otra vez y le pregunto:

-         ¿Y cuál fue la causa de la matanza?
-         Pues, las fiestas ¿cuál va a ser?

Cada vez lo entiendo menos. Ni su actitud, ni la indiferencia emotiva de su rostro, ni la falta de repercusión nacional que tuvo el hecho cuadra con un asesinato múltiple.

-         ¿Las fiestas? ¿Qué fiestas? ¿Qué pasó? ¿Discutieron y pasaron a las manos por algún malentendido?
-         No señor, fue todo premeditado y demasiado sabían lo que iban a hacer, que lo anunciaron a bombo y platillo.
-         Mire señorita, yo no puedo entender que se anunciara la muerte de unas personas y que la Guardia Civil no viniera corriendo a evitar la masacre. ¿Cómo fue eso?
-         ¿Y quién habla de personas? Mataron al menos tres cerdos para las fiestas, los trocearon, los asaron a la brasa y se los comieron. Aquí, en la nave de la Iglesia. ¿Le parece a Vd. poco?

Los suizos han salido ya a la calle y no se han enterado del desenlace de la matanza. Supongo que habrán pensado en alguna vendetta política propia de la España profunda.
 Yo tengo un sentimiento ambivalente. Me siento aliviado pero, al mismo tiempo, engañado. Me da risa pero también rabia. Me han tenido en vilo, con un sentimiento de lástima e impotencia durante más de un cuarto de hora. ¿Qué habrán pensado aquellos suizos de los españoles?
 La anécdota es totalmente real y cuando la recuerdo todavía revivo el mismo revoltijo de emociones de aquel momento. Señor ¿cuesta tanto explicarse bien?

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