miércoles, 7 de julio de 2010

El aborto y las personas

Es difícil dar una opinión personal tratando de compaginar las propias creencias con el respeto a la libertad de los demás. Para no producir enfado, no levantar ampollas, dejar que todo el mundo actúe con la libertad inherente a su condición humana y, a la vez, tratar de dejar claro lo que uno siente, lo que uno piensa. No sé si sabré hacerlo. Vaya de antemano mis disculpas si alguien se siente aludido o agredido por mis comentarios.
Antes que nada les diré que considero el aborto como un mal. Así, en términos absolutos y sin paliativos. Hoy se levantan voces progresistas en la propia Iglesia Católica que reclaman el derecho a no considerar persona y, por lo tanto, no respetar los derechos que pueda tener como tal, el embrión, al igual que una semilla no es un árbol o un huevo no es un pájaro o un reptil. Y se basan en que no todo es genética sino que se necesita un proceso de maduración que, de no producirse, acaba con el proyecto de planta, animal o ser humano. Todo eso lo entiendo y, a lo mejor, hasta tienen razón. Es cierto que es la ciencia la que debe darnos la pauta sobre lo que es o no es un ser humano.
Los art. 29 y 30 de nuestro Código Civil establece que solo puede considerarse persona aquel feto nacido que tuviere figura humana y viviere veinticuatro horas enteramente desprendido del seno materno. Pero esto es únicamente a efectos civiles, es decir de derechos como herencias, propiedades, etc.
Yo quiero pensar que la persona aparece en el mismo momento de la concepción porque ese zigoto, transplantado de útero sigue su evolución hasta nacer y lleva la carga genética de sus padres biológicos y no la del vientre que le hizo de nido. La mayoría de mujeres con las cuales he tratado este tema refiere que, desde el mismo instante en que saben que están embarazadas, su relación con aquel ser microscópico que crece en su interior es de alteralidad. Es decir, no lo consideran como parte de sí mismas sino algo que les es ajeno pero también al que comienzan a amar de forma especial y desinteresada. También todas –y en este caso no digo la mayoría sino todas- las que me han contado que abortaron voluntariamente en un mal momento de su vida, dicen que todos los días recuerdan aquel hijo perdido y algunas hasta rememoran y sufren un dolor inevitable en los días que adivinan habría sido su cumpleaños. No hay sanación para este mal.
Me podéis decir que esto es fruto de nuestra cultura. Puede ser. No lo sé. No sé qué pasa en otras culturas. Pero en la nuestra pasa esto.
Con todo ello, habréis adivinado que soy contrario totalmente al aborto. Si fuera mujer no creo que lo hiciera aunque nunca se puede decir que no harías algo hasta que no te ves en la situación propicia para poderlo hacer. Teóricamente no lo haría. Y si se hubiera hecho un plebiscito nacional para preguntarlos a los españoles si queríamos o no la libertad de abortar, yo habría dicho que no. En protección del no nacido.
Pero nadie me lo ha preguntado y, a pesar de que el art. 15 de la Constitución vigente, dice “Todos tienen derecho a la vida…”, hace tiempo que se promulgó una ley que permitía abortar en algunos supuestos. Ahora acaba de entrar en vigor otra ley que basa la posibilidad de abortar en el tiempo que tiene el embrión o feto.
Pues bien, ya hay cuatro Comunidades Autónomas que no van a aplicar esta ley hasta que el Tribunal Constitucional, donde se ha presentado el oportuno recurso de inconstitucionalidad (que, por otra parte, tiene pocas posibilidades de prosperar), se pronuncie.
Y todos Vds. pensarán que a mí me parece perfecto que se haya tomado esa decisión. Pues no, no solo no me parece perfecto sino que me parece un atropello a las libertades públicas pues no es competencia de las Comunidades Autónomas autorizar o denegar la entrada en vigor de una ley estatal y porque, en el caso de que una mujer considere que es un derecho para ella el abortar y quiera hacerlo, tiene todo la razón del mundo, aunque a mí me pese, porque una ley ampara su decisión y nadie incompetente al respecto puede coartárselo.
Mi deseo sería que a las mujeres se les abrieran otros caminos que les permitieran no abortar en aquellos casos en los que la razón es fundamentalmente económica o social. Pero haga Vd. la prueba. Llame a la Consejería de Bienestar Social o equivalente de su comunidad autónoma, diga que está en una situación económica desesperada, que la van a echar de la vivienda por falta de pago, que está en paro y que está embarazada y no quiere abortar. Le darán únicamente dos salidas: el aborto que Vd. ya ha desechado o la adopción del bebé cuando nazca, sin conocerlo siquiera, sin saber si ha sido niño o niña, sin saber dónde irá a parar y quien lo criará. Quizá le den durante unos meses una renta mínima de subsistencia que percibirá efectivamente cuando el niño haya nacido y quizá no sea tan necesaria como cuando la pidió porque habrá tenido que apañárselas como haya podido y siempre con la amenaza de que si no es capaz de criar a su hijo en condiciones adecuadas, el Gobierno de la Comunidad Autónoma se hará cargo de él. No existen viviendas sociales gratuitas o con rentas muy bajas suficientes para estos casos, no existe una renta mínima de subsistencia garantizada, no existe un acompañamiento en el largo camino de la búsqueda de un empleo (tanto más cuanto menos formación tiene la persona), no existen guarderías laborales gratuitas para poder dejar el niño mientras trabajas. Si una mujer encuentra trabajo y le pagan el Salario Mínimo Interprofesional ¿cómo va a poder pagar el alquiler de su casa y la guardería del niño y después comer y vestir ella y el bebé?
Desde aquí quiero declarar públicamente que, a pesar de mis convicciones, considero que mi moral es aplicable solo para mí y no puedo imponerla a la fuerza a nadie más, que respeto profundamente a las personas que abortan porque no conozco sus razones y circunstancias y las compadezco si su decisión ha sido tomada bajo la presión desesperada de la falta de medios o de la incomprensión familiar. Animo a todos los que no deseamos que se realicen abortos a respetar los derechos que las leyes nos otorgan porque esas leyes no obligan a nadie a abortar y también les animo a que, además de manifestarse (lo cual es muy legítimo), intenten echar una mano a las embarazadas que conozcan y cuya situación las pueda llevar a un aborto realmente no deseado. Limitarse a ir a una manifestación es hacer bien poca cosa y solo cuesta unas dos horas de todo nuestro tiempo. Y eduquen, eduquen a sus hijos a ser muy responsables con su sexualidad, que aprendan que todos los actos tienen consecuencias y que uno no puede pretender tirarse de cabeza desde la terraza de un octavo piso y salir indemne. Lo normal si uno practica sexo sin precauciones es que haya un embarazo y hay que ser coherentes y responsables con lo que hacemos.
Y pidamos que ese Estado del Bienestar que tenemos, que subvenciona partidos políticos, sindicatos, asociaciones, obras, bancos, etc. haga lo propio con las familias que no tienen suficientes ingresos. Al fin y al cabo, si ellos tienen dinero consumirán y su consumo también tirará del carro de la economía de todos.
La Ley de Plazos del aborto es un adelanto respeto a la antigua. Antes, si una mujer no se hallaba en alguno de los supuestos que contemplaba la ley, cuando tenía dinero siempre podía encontrar un profesional poco ético que le hiciera el certificado pertinente y eso favorecía descaradamente a las clínicas privadas. Si no tenía dinero forzosamente había de tener el niño. Ahora, al menos, todas las mujeres serán iguales.
¿De verdad creen Vds. que si las mujeres se sintieran seguras y arropadas habría tantos abortos? Yo quiero creer que no. Pero, como siempre, puedo estar en un error.

           


3 comentarios:

  1. Como todos tus artículos merecen mi aplauso. Aunque el tema es muy delicado, la seriedad con que lo tratas es admirable. Y sobre todo me encanta que no eres de los que dogmatizan y condenan fácilmente a los que no opinan igual. Siempre tan respetuoso... No hay que olvidar que en la práctica se complica la cosa en los embarazos no deseados. La criatura no tiene la culpa, pero sí tiene el derecho de ser querido, deseado y amado siempre, lo contrario es una desgracia tremenda que le puede marcar en su subconsciente... Si algo destacaría es la segunda parte de tu escrito. Habría que urgir una ayuda y protección verdadera a la madre que lo necesita, pero sin tacañerías ridículas, en lo económico, en la acogida, en el apoyo total. Creo que seria más eficaz esto que cualquier otra campaña disuasoria contra el aborto. Y siempre la comprensión y el cariño para la que libremente decidiera lo contrario, ¿no te parece?
    Cordialmente, un abrazo. Carpio.

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  2. perfecto, es lo que has pueto en prectica. Ayudar.

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  3. Sr. de la Torre, me voy a permitir usar su blog para hacer algunas reflexiones sobre el tema del aborto.

    Completamente de acuerdo con Vd. en negar la bondad del aborto. pero en mi opinión es preciso hacer énfasis en el aspecto político de la cuestión toda vez que su legalidad, su reglamentación caen de lleno en ese campo.
    El aborto se presenta como una logro de libertad y modernidad, cuando no es ninguna de las dos cosas.
    El aborto se practica universalmente desde que apareció el hombre sobre la Tierra, por tanto de modernidad nada. Lo verdaderamente moderno y progresista seria lo apuntado por Vd.:poner a disposición de las futuras madres todos los medios sanitario y económicos necesarios para que puedan gestar, parir y mantener e sus hijos en las mejores condiciones, pero eso no los falsos defensores del aborto, eso no interesa porque cuesta dinero y, sobre todo, porque actúa en defensa de la familia y eso es contrario a sus intereses políticos.
    Otro aspecto de la falsa libertad sexual es el consistente en permitir el aborto libre a las adolescentes sin consentimiento de los padres y la administración libre y gratuita a las mismas adolescentes de la píldora del día después.
    Esto contribuye a que los adolescentes practiquen el sexo de forma promiscua e irresponsable (además de mal)amparados por el aval de la citada píldora y,subsidiariamente, del aborto libre, y esta práctica genera el desarraigo. Una adolescente en esa situación, dedicada al sexo con un muchacho tan ignorante e irresponsable como ella dejando a un lado a los padres y la familia, es necesariamente una desarraigada.
    Algo semejante sucede con la falsa libertad sexual al margen el aborto. Es un señuelo por el cual los jóvenes y muchos maduros poco, digamos informados por utilizar un eufemismo, creen ser libres por practicar el sexo de forma promiscua y por vivir envueltos en sexo en los medios de comunicación y en la vida social alardeando de él,teniéndole como tema casi único de conversación, frecuentemente en términos obscenos que deberían reservar para la intimidad, y que luego en sus casas se comportan como verdaderos necios a la hora de practicarlo procurando la insatisfacción de ambos o, lo que es aún peor, la insatisfacción conocida e impuesta de uno de ellos.
    Creo sinceramente que la verdadera libertad sexual no consiste en la promiscuidad ni en la facilidad de abortar, sino en el ejercicio del sexo con la persona elegida de forma integral, sin ningún tabú ni mas límite que los establecidos por la pareja de común acuerdo. Por decirlo de forma gráfica, recordaré la famosa frase de Woody Allen:'el sexo sólo es sucio cuando se hace bien'. Puede parecer cínico, pero es absolutamente cierto y conveniente. Pero esto no se promociona por las razones aducidas y que se reiteran mas abajo, una sociedad sexualmente satisfecha es muy dificil de manejar con falsas libertades.
    Estoy convencido de que estas falsas libertades no son casuales, sino obedecen a un plan siniestro de destrucción de los valores y de la familia por quienes son incapaces de ofrecer otros a cambio, por quienes una vez destruidos sólo ofrecen la nada, pero saben bien que una sociedad carente de valores es muy fácil de manejar mediante el envilecimiento y el odio. Es mucho mas fácil conseguir votos por estos medios disfrazados de progreso que por el convencimiento, el buen gobierno y la reflexión, pues el gran defecto de la democracia, entre sus innegables valores, consiste en que vale lo mismo el voto de un ignorante envilecido que el de una persona de calidad, pensante y sensata;y aquel ,repito , es más fácil de conseguir.
    Puede parecer lo anterior una elucubración fantasiosa, pero estoy convencido de que en muchos aspectos de la vida la realidad supera a la ficción,y eso es especialmente válido en la política.Gracias por su atención. Erasmus.

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