sábado, 19 de junio de 2010

Bueno, te enviaré una jovencita de 18 años.

Hace días un conocido me pidió un favor banal. Cuando lo hube hecho, le llamé en seguida para comunicarle que el encargo estaba realizado: 
- Bueno, bueno, bueno, qué rapidez, ¿Cómo voy a poder pagarte este favor? 
- No ha sido nada. Es un placer ayudarle. No es menester que me pague el favor.
- Bueno, pues vale, ya te enviaré una jovencita de 18 años...
Es un señor mayor, casado, padre de dos hijas y buena persona. Y no se ha percatado de todos los significado que encerraba la última frase que me ha dirigido. Desde luego, su intención era gastar una broma y no tenía ni maldad ni visos de hacerse realidad nunca.
Pero yo entiendo que ha perdido una ocasión estupenda para callarse pues esa oración, pronunciada tan alegremente, significa:
- Que las mujeres pueden servir como mercancía para pagar algo. Y lo peor es que es así. Alguna vez hemos leído en un periódico o hemos visto en la TV que un empresario, un político, un magnate... ha enviado como regalo una mujer. No como propiedad, desde luego, pero para su uso y disfrute temporal. Y eso está tan arraigado en el hombre (y en la mujer) que se dice en una frase coloquial sin la menor mala intención y sin esperar que el que escucha se enfado o se sorprenda por ello.
- Que yo soy heterosexual. Es decir, da por sentado que me tiene que gustar una mujer. Lo cual, en los tiempos que corren y con los armarios que llevamos abiertos, es una afirmación un tanto aventurada. Pero indica que nuestro mundo es aun formalmente heterosexual. Lo homosexual no forma parte de nuestro círculo. Ni nos viene a la cabeza que nuestro interlocutor, a quien no conocemos lo suficiente, pueda ser gay. Estoy seguro que si el que me lo dijo hubiera sabido que soy gay (no lo soy) no me lo habría dicho, claro. Pero es que ni siquiera se planteó que lo pudiera ser. Y esa invisibilidad de lo diferente no es buena porque todos tenemos nuestro sitio en el mundo y todos hemos de ser tenidos en cuenta.
- Que difícilmente un hombre heterosexual normal despreciaría un regalo así. No todos los hombres somos fáciles presas de una mujer interesada. No solo los casados por aquello de la fidelidad; también existen solteros a quienes no gustan todas las mujeres. Eligen las de su gusto o eligen una sola a su gusto para toda la vida. No me lo digáis, por favor, ya sé que es difícil hallarlos hasta con la lámpara de Diógenes, pero existir, existen. No muchos pero los hay.
Y eso quería comentarles hoy. Las deducciones que se pueden obtener de una frase intranscendente que no lleva ninguna mala intención.







5 comentarios:

  1. reconoces que lo normal es la heterosexualidad. Oh milagro.

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  2. Claro que lo reconozco pero, precisamente, porque existe una amplia minoría que no lo es, debemos ser respetuosos con el lenguaje para que no se sientan invisibles.

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  3. De acuerdo con lo que plantea, sr. Arnau. Y de acuerdo con las deducciones a las que llega. Personalmente, la que mas triste me parece es la primera: que se utilice a una mujer como pago, como mercancía ya es bastante lamentable.
    Como es evidente, la susodicha frase está dicha sin pensar demasiado, como una gracia, pero sí es cierto que refleja unos planteamientos, por desgracia, muy frecuentes.
    Ocurre lo mismo, por poner un ej., con los chistes de mariquitas, todos hemos hecho uno alguna vez, aunque nos merezcan todo nuestro respeto.
    Jose Luis.

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