sábado, 18 de septiembre de 2010

La pederastia en la Iglesia Católica

A la vista de las noticias que van apareciendo en los medios de comunicación, no me queda otra que hacer un comentario sobre lo que se va destapando. Les juro que no quería meterme en este berenjenal en el que, seguro, voy a salir trasquilado.
Hace ya bastante tiempo que el tema de los abusos sexuales a menores en la Iglesia Católica ha destapado la caja de los truenos. Primero fue la diócesis de Boston y todos pensamos que esas cosas pasan en América pero aquí no. Después se supo que en Austria el rector de un seminario incluso hacía películas de esos abusos. Irlanda pasó a primer término en otra ocasión. Alemania tuvo su parte, que salpicó, incluso, al hermano del Papa Benedicto XVI y a él mismo. Ahora le toca a Bélgica. ¿Cuándo le llegará el turno a España?
He pensado mucho sobre este tema y, aunque es muy difícil llegar a conclusiones fiables, me gustaría compartir con Vds. mis elucubraciones.
En primer lugar hay que plantearse qué es un pederasta: una persona que alcanza el placer relacionándose sexualmente con niños. Si el niño ya es púber y, por lo tanto, comienza a tener formas de adulto, ya no es un pederasta, técnicamente estaríamos hablando de un efebófilo o un ninfófilo, si el objeto de sus deseos fuera un chico o una chica respectivamente.
Y para tener claro, cómo funciona la cosa en nuestro país, haremos la siguiente clasificación:
Un adulto que mantiene relaciones sexuales con:
-         Un niño hasta doce años: es lo que se llama pederastia. La ley lo castiga porque el niño no tiene la capacidad necesaria para consentir relaciones sexuales y el hecho siempre tiene consecuencias para la víctima, aunque éstas pueden ser muy variadas: desde quien le rompen la vida y es capaz de suicidarse para no tener que seguir recordando lo mucho que sufrió hasta quien lo asimila y es capaz de vivir con ello sin demasiados problemas psíquicos –son los menos pero también ocurre. Entre estas dos reacciones hay toda una gama. Lo normal es que el comportamiento y la actitud del niño cambien radicalmente, se produzca una introversión súbita, una bajada en las notas escolares, una tristeza difícil de explicar y reacciones ilógicas ante una manifestación de afecto de cualquier adulto. Los pederastas o pedófilos pueden abusar de niños o niñas o de ambos.
-         Una persona que haya cumplido los trece años. En este supuesto, el agresor suele tener preferencias claras por uno u otro sexo pero no siempre:
n  Relaciones con libre consentimiento: la ley no castiga al adulto. Pero ¿tiene un niño/a de trece años la suficiente madurez para consentir una relación sexual con cabal conocimiento de causa? Desde luego, yo no lo creo así y, si por mí fuese, esa edad subiría hasta los dieciocho años.
n  Relaciones con consentimiento viciado. Es decir, la víctima, independientemente de su edad, consiente la relación pero no lo hace con libertad porque se trata de una personal especialmente vulnerable por su edad o capacidad psíquica y el agresor se ha prevalido de una relación de superioridad o parentesco. Es lo que toda la vida se ha llamado estupro. La ley castiga al agresor. En estos supuestos, las consecuencias para la víctima son similares a las de la pederastia con el agravante de que el abusado sabe que ha consentido pero no conoce que su consentimiento no era válido y eso le hace sentirse corresponsable del hecho.
Todos ellos, los pederastas puros y los estupradores, obtienen los favores sexuales de su víctima bien con amenazas bien con engaños, bien con las dos acciones combinadas. Tanto si se utiliza la violencia como si se usa la infiltración en la familia de la víctima, la seducción afectiva y la culpabilización de la víctima hemos de saber que estamos ante el perfil de un verdadero psicópata, sea religioso o sea buceador o bombero. No crean Vds. que los psicópatas son siempre asesinos en serie como en las películas. La psicopatía tiene muchos grados y los hay desde patéticos a muy peligrosos. Y lo peor es que viven a nuestro lado, en nuestra familia, en la empresa en que trabajamos, en la comunidad de vecinos…
El psicópata suele ser inteligente y pone toda su inteligencia al servicio de sus propósitos. Es manipulador: mientras se sirve de las personas que le rodean, sexualmente o de cualquier otro modo, todo va bien –para él claro, no para la víctima que sufre desmedidamente. Cuando es desenmascarado puede convertirse en una fiera que es capaz de matar. Con el agravante de que sus facultades psíquicas no están menguadas y es conocedor del alcance maligno de sus acciones y sigue adelante. Por último, no siente remordimientos de ningún tipo ni sentimiento de culpa por ninguna de sus fechorías. La culpa de sus acciones siempre la tienen los demás. Sabe que hace daño pero no le importa. Si quieren conocer algo más sobre el tema lean “Cara a cara con el psicópata” de Vicente Garrido Genovés, un librillo ameno e inteligible para quienes no tenemos conocimientos del argot psiquiátrico.
Existen personas así, malas, y hay que aprender a vivir con ellos y a evitar las consecuencias de su trato.
Por último, apuntar que casos de pederastia y estupro ocurren todos los días en nuestro país y probablemente, sin que nos demos cuenta, mucho más cerca de lo que pensamos. Casi todos los abusos son cometidos por personas cercanas a la víctima: padres, hermanos, primos, tíos, maestros, curas, médicos, etc y solo un pequeño porcentaje de los casos salen a la luz.
En la Iglesia el problema no está tanto en que existan estos casos aislados –repugnantes- como en que los superiores que tienen o han tenido noticias del problema lo hayan intentado tapar de todas las formas posibles. Pero la Iglesia, aparte de ser una institución divina para los creyentes, es una corporación humana y actúa como tal. ¿Alguno de Vds. ha intentado alguna vez quejarse a un Colegio Profesional de la actuación impropia, fraudulenta o incluso delictiva de uno de sus colegiados? Si lo han hecho ya saben de qué hablo: Protección y arropamiento del infractor y hasta malas palabras para el que denuncia. Si se ven obligados a imponer una sanción, suele ser ridícula. Recuerdo el caso de un abogado que había engañado a su cliente pues ejerció como abogado en un pleito sin estar colegiado y el Colegio le impuso una sanción de expulsión de ¡una semana! a cumplir en agosto –que es un mes inhábil judicialmente hablando. Es decir, impunidad total. Mientras al que reclamó, que había ganado el juicio, se le anuló por la falta de colegiación del letrado actuante al que ya había pagado la minuta y se declaró insolvente. No digamos los médicos. Vaya Vd. con una queja al Colegio y todos arroparán al profesional y procurarán que los tribunales no puedan actuar contra él. Pues la Iglesia no iba a ser menos: apoya a su colegiado –clérigo- en detrimento del usuario –víctima.
De todos es sabido que los problemas no se arreglan así pero las instituciones actúan de esta manera suponiendo que si un miembro es condenado por algo, la generalización se producirá en la opinión pública y todos ellos pasarán a ser sospechosos de lo mismo.
En la Iglesia se están dando tres tipos de supuestos:
-         El abusador que actúa en solitario. En las filas de la Iglesia Católica puede haberse infiltrado un psicópata sexual que incluso haya alcanzado ciertas cotas de poder –no olvidemos que son tremendamente seductores y manipuladores, y la Iglesia no está inmunizada contra su ingreso. Y, desde su posición privilegiada –todo el mundo suele confiar en un sacerdote, tiene a su alcance niños en la catequesis o como monaguillos…- se dedica a lo que realmente quiere: abusar de sus víctimas.
-         Los abusadores que actúan conjuntamente tapándose unos a otros. A mi parecer esto es mucho más grave por lo que supone de asociación para delinquir. Es lo que ha estado pasando en colegios o seminarios donde varios abusadores se ayudaban unos a otros en su tarea delictiva.
-         Los encubridores, que no habiendo participado en ninguno de los hechos, han tenido conocimiento de los mismos y no han hecho nada efectivo para evitarlos: han callado y han mirado para otro lado o han cambiado al responsable de parroquia o de convento o incluso le han expulsado de sus filas trasladando el problema al ámbito civil.
En todos los casos, la persona o personas que abusaron de los menores eran precisamente aquellos que, por su cargo, deberían haberles protegido y educado e hicieron justo lo contrario de lo que tenían encomendado. Traicionaron su posición de garantes.
Y yo me pregunto ¿por qué las comunidades católicas de base no piden explicaciones y responsabilidades –aunque no sean ellos las víctimas; en estos casos, todos somos víctimas y debemos luchar- en lugar de tratar de justificar los abusos con razones tan peregrinas como que: son mentiras de los ateos, por un caso que hay dicen que son todos, hay cosas malas pero la gente no mira las buenas, hay un contubernio –ahora ya no es judeo-masónico, es socialista- para ahogar a la Iglesia de Cristo, etc, etc? Pues porque para ingresar en la Iglesia no se pide capacidad crítica sino fe. Diría más, se penaliza a los miembros más críticos. Y los fieles confunden su amor a la Iglesia con la pretensión de que sea –o parezca- perfecta.
No creo que ellos amen más a la Iglesia que yo. Pero me doy perfecta cuenta de que no solo es imperfecta, sino que, en ocasiones, en su seno se producen verdaderos monstruos. Y me dirán algunos fieles que no hace falta airearlo porque, de toda la vida, los trapos sucios se lavan en casa. Sí, se lavan en casa cuando los hechos no constituyen delito pero en otro caso, es la jurisdicción ordinaria la que debe llevar el asunto. Aun así, la experiencia me dice que los trapos sucios cuando se trata de lavarlos en casa acaban arrumbados en un rincón donde nadie los vea, pero siguen ahí contaminando su suciedad a quien se les arrima. A veces, las ratas hacen la benéfica acción de roerlos y comérselos pero esa labor de purificación viene acompañada, indefectiblemente, de un reguero de excrementos que huelen mal y son altamente peligrosos porque pueden producir infecciones.
Cuando una herida se cierra por fuera sin haberse acabado de curar por dentro, decimos que se cierra en falso ya que el pus y la inmundicia que produce suele quedarse dentro de la piel y, lo que antes era una herida nauseabunda pero en vías de curación, ahora se convierte en un foco infeccioso que va extendiéndose hacia adentro. ¿Queremos que pase eso con nuestra querida Iglesia? Pues no. Hay que sanear la herida, cortar por lo sano, si es preciso amputar y que el resto del organismo quede indemne. Y, sobre todo, poner los medios necesarios para prevenir cualquier tipo de infección.
Y otra cosa: ¿por qué escandaliza más al público que esto pase en la Iglesia que en una academia de artes marciales? Pues por la hipocresía que este hecho demuestra. Por una parte, la Iglesia prohíbe las relaciones sexuales entre solteros incluso aunque tengan un firme compromiso de matrimonio próximo, no reconoce siquiera el compromiso serio del matrimonio civil entre dos personas si una de ellas está divorciada después de un matrimonio canónico, demoniza las relaciones homosexuales, impone el celibato a sus miembros, no admite los métodos anticonceptivos… y, después quiere tapar los desmanes que se producen dentro de su seno y que contravienen sus propias directrices. Si no fuera tan grave hasta tendría gracia.
Nos queda el apartado de cómo luchar contra esta plaga. Y no es fácil la solución para los fieles de a pie. Está claro que la jerarquía ha de tomar cartas en el asunto y no limitarse a publicar normas canónicas en las que se castiga a los abusadores. Normalmente no se arregla algo simplemente con prohibirlo, sino que hacen falta reformas mucho más profundas en varias instituciones y un cambio de mentalidad para que un problema de esta envergadura quede resuelto.
¿Qué podemos hacer pues los fieles cuando sabemos o sufrimos algún caso de abuso sexual por parte de un clérigo? Les haría las siguientes consideraciones, aunque es cada cual quien debe tomar su propia decisión:
-         Si fuera mi hijo el abusado, intentaría por todos los medios que accediera a que lo denunciáramos a la fiscalía y que el culpable fuera perseguido penalmente. Le hablaría con cariño, le haría comprender que él no era responsable, que había sido una víctima y que cualquiera en su lugar habría hecho lo mismo que él; en una palabra reforzaría su autoestima y le indicaría que el hecho de que la gente supiera qué ha pasado no tenía por qué afectarle, que siempre habría quien pensara que algo habría hecho él para que ocurriera pero que debía saber enfrentarse a la opinión adversa de algunas personas conservando su lucidez y voluntad e impidiendo que su opinión, sesgada, hiciera mella en su ánimo.
-         Comprendo a los padres que no quieren seguir ese camino para salvaguardar la intimidad de su hijo y evitarle las miradas malévolas ajenas –siempre hay quien apoya al agresor contra toda evidencia. En esos casos, les aconsejaría que, al menos, lo pusieran en conocimiento del Obispo de su diócesis -a poder ser por escrito y con sello de entrada-, y si éste no hiciera caso, hablaran con el Nuncio de su Santidad en España, enviándole copia de lo que hubieran presentado ante el ordinario de la diócesis, así como una explicación detallada de todo lo que había pasado. Si tampoco recibía respuesta o ésta no les satisfacía, el siguiente paso sería enviar todo el expediente a la Congregación para el Clero en la Santa Sede, y si tampoco se obtuviera resultado aceptable, se enviaría todo directamente al Papa –en estos casos, debe enviarse dentro de un sobre en el que diga: “Confidencial: abrir solo por Su Santidad” y éste dentro de otro sobre dirigido al Papa con la dirección del Vaticano. Ya es difícil que alguna de estas comunicaciones no surta efecto. Por cierto, todas estas direcciones las pueden hallar en Internet.
-         Si alguien conoce algún caso de abusos o tiene sospechas o indicios fundados de que se están produciendo, debe ponerlo, de inmediato, en conocimiento del Obispo del lugar y seguir el mismo camino anterior.
Pero hay que tener en cuenta también que si el interesado o sus padres no denuncian el abuso, nadie puede hacerlo pues se encontrarían con el desagradable caso de que, habiendo sido denunciado el hecho a las autoridades por los superiores del agresor, cuando llegara el juicio, si no se presentaba la víctima para relatar todo lo que había pasado, el acusado saldría libre de cargos por falta de pruebas. Hay veces en que los padres se conforman con una sanción eclesiástica ya no que no están dispuestos a ir más allá. Que no nos obnubile la razón el que todos los casos no se denuncien dado que esto depende de las víctimas y no de la institución a la que pertenece el agresor.
Hay mucho más pero no me cabe aquí. Ya seguiremos.

4 comentarios:

  1. Enhorabuena Sr.Arnau, un comentario valiente y esclarecedor y muy inteligente.
    Pone el dedo en la llaga, por desgracia es la realidad.
    ¡¡ Cuando los catolicos perderemos el miedo a hablar con claridad y a denunciar los desmanes? O

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  2. Queridisimo Sr. de la Torre: se que no es usted partidario de que sus seguidores le halaguemos pero encuentro su comentario valiente y edificante para aquellos que sabiendo de la comisión de los abusos, hagan un paso adelante en su denuncia. Solo una palabra por su valentia y su buen saber hacer:¡¡¡¡¡BRAVO!!!!!. A ver si alguno de sus lectores puede dar ese paso tan importante

    JIMENA DE DIAZ

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  3. Me uno a las felicitaciones, excelente y profundo análisis, sr. Arnau. En efecto, no estaría mal que las víctimas se animaran a denunciar estos abusos, y también que la jerarquía eclesiástica no mirara para otro lado cuando ocurren; algo que ha hecho, por lo visto, hasta el mismo Papa.
    Por cierto, me ha sorprendido oirle decir a éste, ayer o anteayer, que lamentaba que las democracias occidentales se organizaran por el consenso social. ¿ Y cómo deberían hacerlo, como él lo diga ?
    Volviendo al tema, yo pienso que el celibato obligatorio tiene parte de la culpa de los abusos. Si, el que lo desee, pudiera llevar una vida normal en todos los sentidos - incluido el sexual - no tendría tentaciones de abusar de nadie. Pero en fin, ya sé que éste es un tema polémico en el que hay opiniones para todos los gustos.
    Jose Luis

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  4. Como causa mediata, creo que el celibato sí tiene que ver en algunos casos de abusos pero, como causa inmediata no. El sacerdote puede saltarse el celibato sin tener que abusar de nadie, como un soltero más. Si abusa ya es harina de otro costal. De todas formas, pienso que el celibato debería ser opcional.
    Ya hablaremos de ese tema, si soy capaz de hilarlo bien sin ofender a nadie pero diciendo lo que pienso.

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