miércoles, 1 de septiembre de 2010

Los Sindicatos

A raíz de un comentario recibido en mi anterior entrada que hacía referencia a los sindicatos, me gustaría realizar hoy un somero examen de lo que significa esta institución.
El sindicato, como todos Vds. saben, es el organismo formado por la agrupación de un número significativo de trabajadores con el fin de defender sus intereses frente al patrón o empresario. Éste posee los medios de producción y el trabajador sólo la fuerza de su trabajo, por lo que la disparidad de fuerzas entre una parte y otra de un contrato de trabajo es abismal.
En el antiguo régimen, en los países que constituían el Nuevo Mundo, la producción estaba basada en la esclavitud. Los países con grandes unidades de producción utilizaban la mano de obra esclava que, sin salario de ningún tipo, y sin ningún derecho subjetivo reconocido, realizaban todas las labores, sobre todo, las agrarias. En la antigua Europa, la situación de los trabajadores no era mucho mejor. En la Edad Media se acabó con la esclavitud –de la forma que la tenían organizada en el Imperio Romano, en el que el esclavo tenía consideración de cosa no de persona- y, debido a las constantes guerras, el señor feudal pactaba con un bracero que éste cultivaría la tierra, tendría una casa para vivir con su familia y debería pagarle una cierta cantidad de dinero por ello, y además se comprometía a defender aquella tierra como propia. Sin embargo, el bracero no podía abandonar esa tierra por lo que su situación estaba a mitad de camino entre el esclavo y la persona libre. Estos braceros se llamaban siervos de la gleba porque eran vendidos con la propia tierra (gleba). En zonas como Rusia, este estatus se prolongó hasta bien entrado el siglo XIX.
La revolución industrial que trajeron consigo los nuevos adelantos tecnológicos que introdujeron las máquinas en la producción, hizo que el trabajador tuviera que aceptar, sin poder negociar mínimamente, las condiciones que le imponía el dueño de la industria. La disparidad entre ambas posiciones era tan acusada como la que tenemos hoy día los ciudadanos de a pie cuando vamos a darnos de alta a la compañía de la electricidad, agua o gas; ya tienen los contratos impresos y nosotros solo podemos adherirnos o quedarnos sin suministro. Nosotros solos no podemos negociar el precio o   las condiciones en que el suministro será realizado. Pues lo mismo le pasaba al trabajador.
Esta disparidad hizo que se produjeran multitud de abusos: desde jornadas interminables en unas condiciones de salubridad ínfima hasta trabajo de menores, a veces, hasta de seis años. Más o menos lo que pasa hoy en día en la India o en algunos países sudamericanos. La situación se hizo angustiosa cuando vinieron las primeras máquinas, que fueron percibidas por los trabajadores como rivales que iban a sustituirlos.
El sufrimiento que trajo consigo todo este orden de cosas: pocas condiciones de seguridad e higiene en el trabajo, jornadas agotadoras, inexistencia de sanidad o prestaciones públicas, hizo que primero se crearan una especie de montepíos que atendían las necesidades de enfermos y viudas. Estos embriones de organización acabaron siendo sindicatos, que se comenzaron a formar en Inglaterra en la primera mitad del siglo XIX. Eran uniones de obreros de la misma profesión que pretendían luchar y defender sus derechos frente al patrón todos juntos para poder tener una posición pareja a éste.
Como es lógico –nadie quiere soltar sus derechos por muy injustos que éstos sean- los gobiernos (compuestos por burgueses o aristócratas) y los empresarios lucharon a brazo partido contra estas asociaciones de trabajadores, declarándolas ilegales en algunos casos y persiguiendo con saña los movimientos de protesta, como manifestaciones y huelgas decretadas por ellas.
Hasta que, después de mucha lucha, los sindicatos fueron legalizados en todos los países, incluida España. En el Gobierno de Franco, dictadura, se creó el Sindicato Vertical, que era una organización del Estado que agrupaba tanto a trabajadores como a empresarios por sectores de actividad. Aquel sindicato, como es lógico, estaba sufragado totalmente por las arcas del Estado por lo que nunca o rara vez realizó acción alguna que fuera contra el Gobierno. Lo que tenía de bueno para los trabajadores es que empleaba una serie de abogados que estaban al servicio de éstos sin que tuvieran que realizar papeleo alguno: simplemente por ser trabajador tenía derecho a información y a ser representado por un abogado del sindicato.
En la transición política aparecieron los Sindicatos tal y como están estructurados ahora y, para ayudar a su masiva implantación fueron subvencionados por el Estado mediante partidas consignadas en los Presupuestos Generales. No recuerdo que, desde entonces, se haya realizado una sola campaña por parte de ningún gobierno ni de los propios sindicatos para animar la afiliación de los trabajadores españoles, lo que nos ha dado como resultado que, la afiliación de los trabajadores a los sindicatos en España no rebasa el 20%, cuando en países como Bélgica o Suecia está por encima del 80%. Lo que tiene como consecuencia lógica que, para poder mantenerse, siguen recibiendo la mayor financiación de las partidas al efecto consignadas en los Presupuestos Generales de la nación.
Tampoco es que los sindicatos hayan hecho nada especial por ganarse la confianza de los ciudadanos porque, todos recordamos la cooperativa de viviendas que creó la UGT y lo fallido que salió el invento. Más o menos como el del Pocero.
¿Quién paga el pato? Pues la cuerda siempre se rompe por su parte más débil, y entre líderes sindicales, gobierno, empresarios y trabajadores, son éstos últimos los más vulnerables. Los líderes sindicales porque viven cobrando salarios –quizá no muy altos para sus cargos- pagados por el Estado, el Gobierno porque así los sindicatos no se le oponen con la contundencia que debieran y los empresarios porque les interesa y mucho la desunión de sus adversarios (divide y vencerás). Estos últimos tampoco suelen percatarse de que un trabajador contento con la empresa rinde más y mejor que otro descontento.
Los trabajadores españoles han de concienciarse de que sus derechos deben defenderlos ellos mismos con las herramientas que las leyes ponen a su alcance y que, de todas estas herramientas, las que regulan la negociación colectiva son las más importantes. Tendrían que ser ellos mismos los que, afiliándose masivamente y pagando su pequeña cuota, exigieran al sindicato que rechazara la subvención estatal porque nadie muerde la mano que le da de comer y mientras cobren del Estado no serán independientes. Los sindicatos deberían contar con Cajas de Resistencia que son reservas que se utilizan cuando se organiza una huelga para que ésta se prolongue el tiempo necesario para que los empresarios se vean obligados a negociar y negociar quiere decir transigir en algunas cosas para conseguir otras. Una huelga de un día no es altamente lesiva y mucho menos en estos tiempos que corren en que el empresario tiene el almacén lleno y le viene muy bien no pagar ese día de jornal y de seguridad social –es como si hiciera una regulación de empleo de un solo día pero la carga de la tramitación corriera a cargo de los propios trabajadores. Más bien le alivia que le incomoda. Una huelga, para ser efectiva, ha de hacer perder mucho dinero al empresario, y para ello debe poder mantenerse el tiempo que haga falta. Pero el trabajador, que depende de su salario para vivir, no puede permitirse el lujo de realizarla. Solo si el sindicato le ayudara con al menos una parte del salario que deja de percibir sería capaz de reafirmarse en su huelga.
Por lo tanto, desde aquí me gustaría –no sé si lo voy a conseguir- convencer a quien me lea que el sindicato es imprescindible pero también lo es el que sea independiente y que ayude al trabajador a conseguir lo que es justo. Y eso solo se puede obtener con la afiliación masiva y la democracia interna, más la exigencia de responsabilidad a los líderes sindicales.

5 comentarios:

  1. Brillante exposición, sr. Arnau.
    Aunque, en algunos puntos, discutible.
    ¿ No pretenderá comparar al sindicato vertical franquista con los actuales, verdad ? No son lo mismo, aunque éstos sigan subvencionados por la administración. Aunque, obviamente, se les puede acusar de tibieza y falta de combatividad, ahí tenemos la anunciada huelga general del dia 29 proximo. ¿ Recuerda Vd. alguna huelga general en tiempos del Jefe del Estado de la voz aflautada ? Yo no.
    ¿ Nadie muerde la mano que le dá de comer ? Ahí tenemos a la Iglesia - sí, otra vez la Iglesia - española actual, manifestándose dia sí dia no contra el gobierno.
    En fin, reconozcamos que esto de la financiación de los sindicatos de trabajadores es un tema espinoso. Yo no creo que deba dejarse al albur de la dinámica social, o, si se prefiere, del mercado. El mercado ( especialmente si nos referimos a cuestiones económicas ) nunca ha procurado la justicia social ni la protección de los más débiles, nunca ha hecho nada de eso, más bien todo lo contrario.
    El mejor ejemplo de esto es EEUU: allí el Estado no garantiza la asistencia sanitaria a la población, consecuencia: 40 millones de personas sin derecho a ella. ¿ Qué hace aquí el mercado ? Nada, éso no le interesa lo más mínimo.
    Yo no sé cual es la solución para que los sindicatos sean mas fuertes y defiendan mejor al trabajador; ojalá la supiera.
    Jose Luis

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  2. Sr. Arnau:
    Tiene Vd. muchísima razón en su exposición sobre los sindicatos. Pero tal vez se ha dejado un pequeño punto: la dependencia de los sindicatos mayoritarios de los partidos políticos pares. Es público y notorio la gran afinidad entre UGT y PSOE, y algo menos entre CCOO e IU. Claramente UGT nunca pondrá en un brete a un gobierno del PSOE. De hecho la tan anunciada huelga del 29, si se llega a producir, llegará con meses de retraso... De verdad, ¿UGT quiere la huelga? ¿porqué no la ha realizado hace ya meses? ¿hubiera ocurido lo mismo si el partido en el Gobierno hubiera sido de la derecha? Me temo que las respuestas son obvias. En la peor crisis económica de los últimos tiempos, los sindicatos no existen, ni existen ni existirán. Nunca UGT ni CCOO pondrán en crisis a un Gobierno de "izquierdas". La dependencia del partido político par es clara y patente. Por no recalcar que sí que es plenamente verdad que nadie muerde la mano que le da de comer.
    Por cierto, respecto a lo que afirma el Sr. Jose Luis, la Iglesia no está comiendo de la mano del Estado, más bien es el Estado el que se sirve a bajo precio de lo mucho que la Iglesia da al mismo, y en todos los ámbitos.
    Respecto a la afiliación masiva, mucho me temo que los españoles no creen ni se fian en lo más mínimo de los sindicatos: los trabajadores no son tontos y se han dado plenamente cuenta del ominoso silencio culpable de los sindicatos en la crisis actual.
    En cuanto a la democracia interna, por supùesto no existe. Y ningún líder sindical está dispuesto a que le pidan responsabilidad por sus actos (o ausencia de actos: los líderes sindicales rarísimamente salen en los informativos (de cualquier tipo o color) en plena crisis económica).
    En fin, su desideratum es muy loable, pero mucho me temo que jamás se llegue a cumplir en nuestro pobre país.

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  3. Para el anónimo ( literalmente, ya que no se molesta en identificarse mínimamente ) comentarista de las 22:45.
    Me ha hecho mucha gracia eso de los partidos políticos pares. ¿ Me puede indicar cuáles son los partidos impares ?
    Ya sabemos que los sindicatos mayoritarios están muy unidos a los principales partidos de la izquierda. Vaya, también parecen molestarle a Vd. mucho dichos partidos.MMMhhhh... sospechoso.
    Afirma Vd. que no hubiera ocurrido lo mismo si el gobierno fuera de derechas. Pues no, esto es incierto, en 6 huelgas generales durante la democracia, 4 de ellas ocurrieron bajo gobiernos de F. Gonzalez ( 1985, 88 , 92 y 94 ), una con A. Suarez, 1978, y otra con J. M. Aznar, en 2002. O sea, que no es cierto que las huelgas se hagan contra la derecha.
    Y sí, la Iglesia muerde la mano que le dá de comer. Le recuerdo, por si lo ha olvidado, que se sufraga , vía Presupuestos Generales del Estado, con el dinero de todos los españoles, sean católicos o no; que el Estado adelanta todos los años una cantidad, marcada por la Iglesia, cuyo sobrante nunca ha devuelto.
    Algunas cifras: 1.627 millones el año pasado, con cuyo montante se evitaría congelar 7,2 millones de pensiones.
    Mas cifras: visita de Ratzinger a Madrid 2011, 25 millones, sueldo profesores de religión, 600 millones ( con el agravante de que luego, a pesar de pagarlos entre todos, los obispos los eligen en función de sus muy arbitrarios criterios ), subvención anual via IRPF 252 millones, exención de pagar el IVA hasta hace muy poco tiempo.
    Para que luego se dediquen, como hicieron en la legislatura pasada, a torpedear, vía PP, al gobierno socialista, con las mas peregrinas excusas ( aborto, que ya existía en gobiernos del PP y que éstos no modificaron ).
    Por último, recordar que la Iglesia, tradicionalmente, ha obtenido su sustento de la extorsión. ¿ Como calificar, si no, la práctica de amenazar con el fuego eterno a los que no siguen sus normas ?
    A sensu contrario, comentar que la religión es un contrato en el cual una de las partes juega con ventaja: es imposible comprobar si, una vez cumplidas sus normas en esta vida, nos espera la vida eterna y el paraíso en la otra. No se puede saber si una de las partes cumple con su compromiso.
    No sé si, aun en el supuesto de que haya una respuesta por su parte, voy a seguir polemizando con Vd, por dos razones:
    1 - no quiero hacerlo mientras no tenga la cortesía de identificarse mínimamente, y
    2 - mi experiencia me indica que es inútil discutir con un integrista religioso. Éstos no saben pensar por sí mismos y se limitan a aceptar la versión oficial que, interesadamente, les ofrece la propia iglesia.
    Jose Luis

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  4. Bueno, veo que esto se anima. Bien, no voy a responderles en detalle porque eso sería cuestión de otra entrada. Solo decirles a ambos que estoy de acuerdo con algunas cosas y en desacuerdo con otras de las que plantean Vds. dos.
    Lo de la Iglesia merece una entrada aparte, que, si me da tiempo a recabar la información adecuada, la haré.
    Lo que sí me gustaría decirle, José Luis, es que una cuestión de fe no puede racionalizarse. La fe no es racional, en todo caso es razonable. Por lo tanto, yo que no soy ningún integrista religioso, le dejo que me diga lo que quiera en este punto. Estaré de acuerdo o no y se lo haré saber pero nunca querré imponerle mi punto de vista.
    En los dos casos, MUCHAS GRACIAS por sus comentarios. El que se molesten en hacerlos quiere decir que mis opiniones no son indeferentes y ello me obliga a seguir.

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  5. Ya sé que Vd. no es un integrista religioso, sr. Arnau. De hecho, Vd. me parece un ejemplo de lo que deberían ser los católicos : se puede creer en Dios, etc, pero eso no tiene porqué volverlos ciegos a los manejos, manipulaciones y martingalas de la Iglesia. Se puede ser creyente - yo no lo soy, como ha quedado claro - y crítico con la jerarquía eclesiástica, en especial con la española actual. Si todos fueran como Vd., otro gallo nos cantara, no criticaríamos tanto a la iglesia.
    Por supuesto que la fé es una cuestión no racional, aunque no acabo de ver el matiz que Vd. hace, que sí puede ser razonable. En fin, no es cuestión de meternos ahora en ese tipo de disquisiciones.
    Yo no pretendo imponer mi punto de vista, lo expongo, y si sirve para algo, estupendo. Si no se comparte, se puede discutir civilizadamente. En eso estamos.
    Jose Luis

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